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martes, 8 de noviembre de 2016

VIDA DEL SOLITARIO

Vivir empoderado desde la mente y tratar de hacer buenos poemas, esa es la misión de mi vida: el empoderamiento mental y la lírica.


Yo había vivido en Valladolid algún tiempo sabiendo que era una persona de talento y carácter y que me debía a mi arte, pero casi siempre estaba solo.

Después en Madrid yo estaba en la cervecería que había puesto El Corte Inglés en Retiro, era un bar-cenador de lujo y yo me tomaba allí una cerveza de importación, perfectamente vestido, muy elegantemente vestido con ropa y zapatos de marca. Tenía más capacidad económica y así, en El Corte Inglés de Gran Vía donde compraba adornos para la navidad acabé intimando con una chica rica muy guapa que estaba con unos amigos que también eran bastante pijos, todos muy bien vestidos con ropa de marca y demás. Cómo no tengo dinero para invitarla a unas cunsumiciones pago con mi tarjeta de El Corte Inglés pero cómo no tenía fondos firmó con el nombre de otra persona, el camarero se da cuenta y le acabo contando que esa persona es mi socio y que me dedico a los negocios, lo cual tenía visos de ser verdad. Yo estaba preocupado por la inminencia de una bomba, sabía que una bomba iba a estallar, me lo comentaba mi padre en intimidad una vez. Había una bomba amenazando nuestra existencia, un posible atentado terrorista, pero yo estaba bien en aquellos días en Madrid, con gente guapa y viendo la exposición de las miserias de España que había hecho el partido político Podemos, en la que incluía el helicóptero Tigger que era muy malo y de fabricación casera pero es que España no daba para más.  Me perdía por una especie de amplio sector de unos grandes almacenes, pero al fin y al cabo se trataba de hacer mi vida. Lo pasé bien en el cenador de Retiro, vida de lujo.

Luego en clase de dibujo con mi compañera atractiva y guapa haciendo unos dibujos excelentes y en color, me sentía muy inspirado y sin embargo los comentarios que hacía no eran contestados por mi compañera que no me hacía ningún caso pese a que yo trataba de llamar su atención, eso llegó a exasperarme y comencé a discutir con ella y me puse de mal humor, sin embargo mi trabajo quedó terminado pronto, bastantes buenos dibujos había realizado y a color y eso me hacía sentirme satisfecho, me gustaba dibujar y llevaba tiempo sin hacerlo. Al final mi trabajo resultó ser fantástico.

Sin embargo hacia el 4 de noviembre no conseguía escribir ningún poema bueno, saqué mi cuaderno de escribir poesía del que no hacía uso desde hacía más de dos años--pues escribo ya directamente al ordenador--y empecé a escribir versos...¡Qué malos eran! ¡Cómo me decepcionaba a mí mismo! Pero seguía intentándolo. Una mujer joven hablaba triste y enfadada por el móvil a mi lado en un banco. "Tengo treinta años--decía--y dentro de diez años tendré cuarenta" Se la notaba muy insatisfecha con su vida, yo me relajaba tomándome una cerveza de 40 céntimos, lo único que bebí en todo el día, muy cerca de ella y miraba hacia la plaza y la construcción era bella y las casas eran bellas y con eso me bastaba. Me bastaba con la armonía de la plaza, con la experiencia estética y no pensaba en edades. Inspirado y relajado pero sin conseguir escribir nada bueno, ni nada nuevo. No todos los días son fiesta.

Una plaza cuadrada en un pueblo del sur de España. Una plaza cuadrada y blanca. LLegamos un montón de muchachos allá, es por la mañana. LLegamos un montón de muchachos y lo pasamos bien, bebemos algo. De repente pasa algo y nos desperdigamos todos. No comprendo qué pasa, no es nada violento ni desagradable. Simplemente nos disgregamos todos por el pueblo. Yo me voy hacia unos bares aledaños a la plaza y allí me tomo algo solo. Luego doy un paseo y creo que luego vuelvo al mismo bar y me tomo otra consumición. Entonces vuelvo a la plaza y sólo está mi amigo David, escondiéndose entre las columnas. Creo que lo que ha pasado es que hemos estado fumando hachís todos y nos ha dado la paranoya y hemos escapado de allá. Cuando regreso a la plaza está David con la neura puesta escondiéndose entre las columnas, vuelvo a casa en autobús con él...¿Pero qué ha pasado? Nadie lo sabe. De pronto todo el mundo despareció, tendríamos poco más de veinte años todos cuando pasó el suceso y mucha energía.

Recuerdo a esa plaza junto a los recuerdos de Bedalmádena, luego vendría una explosión gigantesca en Méjico. Bedalmádena y la gente sin tener ni idea hacia donde caminar, todos cómo borregos incomodados o inquietados. Luego cierta armonía y es cómo un desfile y vamos todos cómo manifestándonos hacia el puerto, muchísima gente en el puerto, muchísima confluencia de personas. Mucho ambiente. Entramos en varios bares nocturnos y tomamos copas, hemos llegado en un coche negro alquilado de gran lujo. Somos cómo ricos en aquella época, mis amigos y yo, porque estamos muy bien relacionados. Yo no pago ni una copa, me invitan los amigos. Estoy fumado y digo estupideces, hablo de dibujos animados, hablo de la pantera rosa y hay un sesgo de idiotez en mi mirada y me encuentro algo delicado e influenciado por los planetas, toda la semana había sido un lío. Salir de casa invitado por los amigos y llevado en un coche de lujo por los amigos y traído en un coche de lujo por los amigos, grandes amigos generosos que compartían su buena estrella conmigo...y yo comportándome cómo un imbécil...pero por la gran sensación de felicidad que mermaba mis capacidades mentales y mi raciocinio. Acumulando grandes experiencias imposibles.
Me pasaba siempre, la felicidad me convertía en un pelele. Me pasaba siempre, sentirme muy feliz me hacía estúpido...¿Por qué? Era en cierta manera cómo volverse loco. Ya tenía 25 años entonces y todavía no había empezado a caérseme el pelo...quizás tuviera 28 años, pero el mismo caso.

Pienso cuando me despierto por las mañanas en cómo los esclavos del sistema acudirán todos a sus trabajos alienantes y estupidizantes mientras yo tengo mi tiempo para mi, tengo mi tiempo para leer filosofía y leer poesía y hacer meditación. Todos los esclavos del sistema camino de sus trabajos emponzoñados mientras yo disfruto de tiempo libre para mi, para ser mejor, para ser más libre, para alcanzar la perfección cómo ser humano lejos del ajetreo del mundo y sus insidias, pero también pienso en esos jóvenes veinteañeros que vi desperdigarse por la Plaza Zorrila y por las inmediaciones del Campo Grande en la ciudad de Pucela cuando cocidos de porros experiementaban una paranoya colectiva. Pienso en esos jóvenes sin futuro y recuerdo cómo sus expereincias fueron las mías hace veinte años. La droga les abrirá la mente y pensarán...¿Para qué trabajar? ¿Para qué ganarse la vida? ¿Para qué elegir pagar facturas y una hipoteca y una casa y un coche y la electricidad y la luz? ¿Para qué tener un lugar en el mundo si ya tengo un lugar en el mundo? Pienso en esos jóvenes sin futuro que tendrán que conseguir todo con el cuadrúple de esfuerzo que mi generación y entonces me doy cuenta de que no quieren hacer semejante sacrificio. El problema es que alguno terminará mal, pero a muchos les pueden ir incluso mejor las cosas gracias a las drogas, su estimulante para conseguir lo que quieren...¡No debemos juzgar pero quizás tampoco debamos dar información! ¡Sólo debemos tratar de ser felices!



Cuando mi casa daba al centro de la calle Cantarranas hice una gran fiesta convirtiendo la plaza y el primer piso de mi casa en una discoteca, pero lo que sucedió fue que los hermanos de Moroni subían hasta mi habitación a robarme las camisas y comentaban el coche de época que yo tenía de decoración y que funcionaba y que podría usar en la calle si quería. Entró por la ventana una mujer en medio de toda la confesión y me regaló una bolsa de marihuana y cuando empecé a fumar unos porros se quedó conmigo hablando y fue agradable su compañía mientras abajo se escuchaba la fiesta. El problema fue que la discotequera diversión de abajó se desmandó y había que cerrar el piso cómo fuera, lo que hice fue enrollarme con una mujer mayor que yo y muy sabia con la que tuve unos placenteros íntimos momentos y cuando regresé a mi hogar la fiesta había terminado pero volvío a ocurrir lo mismo cómo si hubiera entrado en un bucle, una mujer entró por la ventana y me dio una bolsa de Marihuana y cuando empecé a fumármela quiso quedarse conmigo. Me coloqué bastante y empecé a ver las estrellas cómo planetas, en vez de ver las estrellas cómo simples puntos de luz yo lo que veía eran planetas, así que me inquieté un poco y salí a dar una vuelta para despejarme y entonces decidí hacer una visita a casa de mi abuelo y me encuentro a mi abuelo en el trastero cuidando de una perra que había tenido cachorritos, había puesto un letrero advirtiendo a los vecinos de que fueran cautelosos y comprensivos. Todo eso pasó cuando tenía poco más de veinte años y cuando todos éramos ricos en España. Ese recuerdo de haber podido ver con mis propios ojos todos los planetas de la galaxia donde otros sólo pueden ver puntos de luz, me acompañará siempre.

Por aquella época y también muy fumado de hachís y marihuana, comprobé cómo las paredes de la habitación de mi cuarto se convertían en mantequilla. Me di cuenta de que la materia no tenía densidad, que nada de lo que me rodeaba tenía densidad y que todo tipo de materia era porosa y permeable y se podía atravesar. Sencillamente yo estaba vibrando molecularmente de tal manera que estaba a punto de atravesar otras dimensiones, sabía que si quería podía intentar atravesar las paredes de mi casa cómo un fantasma pero no lo hice por no quedarme atrapado entre la construcción. Pero entonces vi muy claro que el mundo que nos rodea no es más que energía y que la materia, toda la materia que existe, no es más que energía y que por eso nos podemos hacer invisibles y atravesar las paredes. Pude entonces dar un salto dimensional pero no quise hacerlo porque no sabía lo que me podía encontrar al otro lado. Toda una experiencia.

Lo más increíble que me sucedió fumando hachís me ocurrió en una casa ocupa donde en mis tiempos de cineasta en Madrid había acudido a grabar una película con el equipo de producción, llevaba yo fumando hachís toda la mañana y cuando llegamos a la casa ocupa lo que me sucedió fue que me perdí dentro de la casa, pero me perdí porque estaba dentro de una casa que realmente no existía, porque estaba en otra dimensión, en otra dimensión que tenía aquel edificio. Fue algo aterrador, subía y bajaba las escaleras una y otra vez y una y otra vez y volvía a encontrarme siempre en el mismo sitio. Entonces veía a mis compañeros de trabajo hablando tranquilamente en la cocina y les llamaba pero ellos no podían escucharme, tampoco había manera de que yo llegase de alguna forma a aquella cocina. Así fue cómo estuve cuatro horas perdido en otra dimensión, cuatro horas en las que mi equipo no me encontraba tampoco.

De aquella experiencia nació un artículo que envié a la revista esotérica Año Cero, no me lo publicaron pero sé que fue bueno que les enviará aquel trabajo. Poco después la revista lanzó su propio artículo sobre la existencia de otras dimensiones y fue en parte por obra mía, de lo que me jacto ahora y todo lo doy por bien empleado pues sirvió para el crecimiento mental de muchos.
Todo eso me hizo sentirme satisfecho de mi trabajo, lo comparo a cuando en el año 2010 escribí sobre la inminencia de una gran guerra en Europa y en el mundo sobre unas intuiciones que yo estaba teniendo. Ese artículo sobre la tercera guerra mundial fue muy bien recibido y lo envié personalmente a la redacción de un periódico de provincias y aunque tampoco fue publicado sirvió para algo en aquel periódico que justamente tres meses más tarde acabaría cerrando. Yo lo siento así.

Volví a sentir la desagradable sensación de perderme en otra dimensión o realmente sucedía así, que me perdía en otra dimensión, durante un caluroso mes de mayo o de junio en la ciudad de Madrid. También muy fumado entre en otra dimensión al bajar al sub-urbano o metro y ya no podía salir, estuve cuatro o cinco horas perdido en el metro, recorría un pasillo y al rato volvía a encontrarme en el mismo sitio, recorría otro pasillo y al momento volvía a encontrarme en el mismo sitio, o bien daba vueltas en círculo o bien me encontraba en una parte del sub-urbano que se encontraba en otra dimensión. El caso es que estuve cuatro o cinco horas atrapado.

Lo mismo me volvió a suceder en un bar de Pucela de la zona de Francisco Suárez, subía y bajaba las escaleras y volvía a encontrarme en el mismo sitio, sin poder encontrar la puerta de salida. Yo quería salir de aquel sitio y lo único que hacía era subir y bajar escaleras que no iban a ninguna parte y que probablemente sólo existían en otra dimensión, me puse muy nervioso y cuando se me pasó el morado me di cuenta de que no existían las escaleras por donde me estaba perdiendo o mejor dicho, un tramo de esas mismas escaleras...¿Entonces qué hice?

Que yo recuerde me he perdido interdimensionalmente cuatro o cinco veces en mi vida, pero sólo guardo memoria completa de tres, en los otros dos casos la experiencia debió ser tan aterradora que mi mente lo ha borrado de mi memoria.

Comprendo que la gente tenga un mal día pero aquí nadie se ha metido con nadie y yo no soy malo, tengo que pedir perdón si enfado a la gente recordando los días del pasado en los que fumaba hachís pero aquí cada uno tenemos nuestro papel, no es tan difícil de entender.

Yo no sé si interesa a alguien mis historias pero yo las defiendo, hay temas que seguir y que causan polémica.

Comentar alguna cosa que ha pasado en mi vida, no hay agobios, no hay por qué fumar en pipa, lo que pasó lo estoy contando yo, desde el sábado pasado vengo haciendo memoria de mi vida, no sé bien por qué, ya han salido muchos relatos y todo el mundo está contento.

Lo he vivido.

Luego están los recuerdos bienvenidos y majestuosos, recuerdos originales y que me hacían opinar. Desde este momento del recuerdo en el que estoy aquí tengo debajo de la dote de mi mente no desentonar pues no pretendo decir nada que sea distinto al sí y al no.

Los porros, el hachís y la marihuana me hacían tener un sentimiento de majestad, cómo piídos de pájaros. Lo tengo en mi mente y lo llevo seriamente conmigo y eso lo siento así cómo el panel de rica miel ante un oso.

De veras que me dividía en dos personas cuando fumaba hachís y una de ellas era yo y la otra creía que también era yo pero llegaba a mi de una manera distraída y divertida.

Pasaba el tiempo y durante los diez años o la década que fumaba hachís y marihuana era todo tan mágico que me hacía llorar, sería el ascendente Piscis.

No sabía bien lo que ocurría en la estampida de mis emociones ni lo que me estaba pasando, recuerdos dulces cómo mermelada.

El palacio de mis sueños se tiñó de mis recuerdos y de ciertas goteras mentales, el palacio de mis sueños tenía ciertas goteras de la mente en alguna parte, para encontrar así desde mi orgullo a la horma de mi zapato, siempre un poco bocazas también con mi forma de ser desinhibida cuando fumaba. Por si acaso me recuerdo cómo un demonio, también por fin lo digo desde la invitación de la oscuridad que ahora se aparta de mi camino cómo un rey ladrón estropeado por la virulencia de los gestos haciendo el canelo. Un tanto miserable y un tanto al otro extremo, santo también, genio y mago. Los tres seguían con su plan.

Yo no tengo la culpa de mis recuerdos baratos.

El rastro todavía es fresco, estoy en un asiento de color verde sin tener a donde ir. Todos los otros eran yo y yo era extraño...¿A qué esperar? ¿A qué abrirme? Y entonces tomo unas latas verdes de cerveza de 36 céntimos, algo deprisa. Va a empezar el verano, ya hace calor. Me pongo en marcha sin moverme del sitio y una herida que hay en mi se cierra. Me llama una vieja amiga, es increíble lo loca que está. Yo pienso en ello. Mi vieja amiga se ha vuelto loca pero yo estoy muy tranquilo, todo me parece normal. Desde el principio de mi vida he sabido que viviría algo así, y ahora antes de irme a casa sigo mis propios planes que no entiendo. Todo se consuma sin grandes esfuerzos y el tiempo se está agotando. La sangre discurre por nuestras venas.
Un pensamiento intruso aparece y me descubre con la guardia baja.
Muestro algo de compasión con todo lo que me rodea y me vuelvo más blando, mujeres con bolsos de pega a mi lado, en mi camino, con ropa vulgar y paso decidido, en busca de alguna prueba.
El mundo no está tan mal, escapar de él es imposible. Un placer conocerme. Un placer conocer el mundo. En eso estoy, sobre ello pienso. Y vuelvo de aquel parque iluminado, con una conciencia iluminada y no hay ningún papel ni documento que me lo acredite.
Las pisadas de la chusma sobre la tierra mojada, compasión de sus sufridas vidas en todo mi ser.
El día que comprendí que todos nos habíamos vuelto locos.

EL EXTRAÑO QUE HACE LAS COSAS fue el título del poema que empecé a escribir en noviembre, la idea era transmitir que no nos conocemos a nosotros nunca suficientemente pero que tampoco conocemos lo más mínimo a nuestro Hado, Sortilegio o nuestro Destino. Era un poema que empezaba en prosa, luego seguía con verso blanco. Me han pasado tantas cosas ne esta vida que a veces pienso que he vivido seis vidas, es sólo una impresión. Otras veces me parece que no he vivido tanto y que me queda todo por descubrir, de todo ello, la verdad, no estoy muy seguro. Pienso en la gente que está trabajando de semana en semana y de día en día, pienso en esa gente que se ha pasado años trabajando...¿Qué ha conseguido? La gente trabaja por dinero principalmente, para tener un lugar en el mundo, su espacio propio o algo más de libertad...¡Pero pasarse la vida trabajando! ¿Qué sentido tiene? ¡Y los que dicen que llevan trabajando toda la vida! ¿Qué quieren? ¿Que les demos un premio? Yo llevo escribiendo poemas treinta años y me parece mucho tiempo, realmente debería hacer otras cosas pero...¿Qué otra cosa puedo hacer? ¡Escribir buenos poemas es lo que sé hacer! Pienso que es la máscara que tengo, lo que me ha tocado hacer en la vida, mi verdadera dimensión en la que me encuentro, mi don y mi habilidad.
Y ahora escribo sobre que escribo...¿A dónde quiero llegar con este metalenguaje? ¡Realmente es un experimento!

Sacudido por la crisis y por la inminencia de una tercera guerra mundial, el poema EL EXTRAÑO QUE HACE LAS COSAS no tenía nada de ésto, no tenía nada de lo anterior. Era un poema en el fondo acerca del Gran Demiurgo que habita en cada espacio en el que estamos y que si bien no se deja ver, no obstante se deja sentir. En el fondo era darle vueltas a la manivela del pensamiento con un corazón apresurado dejando traslucir cierta ansiedad y algo de enojo y de incomodo por la realidad inconstante en la que permanecemos atados y todo ésto desde una visión mayor, y todo ésto desde una visión más amplia: con ánimo de trascender.

De todas formas en un mundo en el que vivía preso de la gran mezcolanza de El Todo y en lo que parecía ser el espejismo de la moda y de ser y del estar, no podía por menos de entender una sociedad de la imagen cambiante que se estaba desmoronando en medio de una crisis--de una gran crisis--sistémica y de la inminenencia de una tercera guerra mundial que haría que hacia el año 2017 toda Europa estuviera en guerra contemplando el fin de los Estados Unidos. Por eso y aunque trataba de escribir buenos poemas mi principal objetivo era estar en paz con Dios y no tanto pendiente de mi talento.

Hay que ser una persona buena y cariñosa con la familia y los amigos y tratar de ser un buen cristiano, y eso es más importante que tener talento.

Los buenos poemas podían esperar.





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