Cuando rechazas el aburrimiento y empiezas a hacer planes sobre tu vida, sucede la mayor parte de las veces que todo aquello que vayas a intentar ya lo has probado a hacer otras veces y te sientes vacío y en un proyecto de vida fracasado. Sin embargo todos los hombres y todas las mujeres del mundo vuelven a intentar aquello en lo que antes fracasaron simplemente porque su proyecto de vida es así o muy parecido, realmente forma parte de nuestra programación cómo seres humanos no conformarnos y querer siempre más y querer estar en un lugar mejor y en mejor disposición, con más salud y más voluntad y nuevos ánimos renovados: este fenómeno se conoce cómo recurrencia vital y es una constante. Los más fuertes son aquellos que no desaniman nunca, luego hay otros, los más pesimistas, que viven en el limbo dorado de no hacer nada y sin embargo la vida sale a su encuentro. De entre estos último seres humanos conocí una vez a Claudia Semper, una chica que no hacía nada y que nada quería.
Ella me resultaba fascinante por su pasividad, vivía de una paga que la daban sus padres que la consideraban una especie de loca y las más de las veces se quedaba en su habitación sin salir, días y noches y meses enteros aseándose lo propio y poco más que lo justo y saliendo a tomar el aire cómo medida para no preocupar a sus padres, ancianos ya y un poco hartos de tener a una mujer de más de cuarenta años haciendo nada.
¿Pero por qué?
Yo me encontraba de vuelta de mi estancia en Zaragoza donde había estado viviendo unos meses, me gustó la ciudad y su ambiente y su caracater desenfadado. Cuando regresé a mi ciudad de origen todo se hizo más tedioso y más pesado, pensé en salir a divertirme más pero no tenía suficiente dinero, estaba pendiente de cobrar unos trabajos y me quedé esperando en casa refugiado en lecturas contritas y difíciles para hacerme más fuerte de manera intelectual, una manía desde que escucho música del sigo XIX.
Recuerdo que por entonces solía pasear sin hacer nada y me dirigía a ninguna parte y solía mirar a las personas, los estragos que en ellas hace la edad y el alcohol y la mala alimentación, miraba por mi ciudad auténticos monstruos de la comida basura y el alcohol, deshechos de la sociedad pero que tenían una pensión incluso o lo más increíble un trabajo. Sin embargo eran personas que habían malgastado sus vidas y sus principios y que ahora, obesas y rotundas, infladas y mágicas, eran cómo extraños gnomos y trasgos en la dura meseta castellana. Me sorprendían siempre esos cincuentones y cincuentonas al borda del ataque al corazón con una blandura mórbida de sus extremidades con las que parecían deslizarse más que andar.
Yo siempre he sido partidario de publicar a la gente sus poemas de joven, luego más tarde no se tiene tanto ego y sólo se quiere de la vida dinero y seguridad, la poesía realmente es un arte juvenil y siempre hay que apoyar a los jóvenes artistas. Eso fue lo que pasó con Claudia, a los diecinueve años tuvo un gran reconocimiento cómo poetisa, más de ocho libros de poemas publicados, algunos una segunda edición aumentada de sus primeros poemas. Después de todo ese éxito, que culminó a la edad de ventiun años, Claudia se había dedicado a vegetar, ya no quería hacer nada en la vida. Ni escribir, ni leer, ni trabajar ni estudiar. Sólo dejar pasar el tiempo y no hacer nada, ni siquiera vivir. Pienso si a su manera aquella mujer no sería sabia. De alguna manera ya había hecho lo que tenía que hacer en esta vida. De alguna manera sólo pero ciertamente.
¿Pero por qué?
Parecía la vida otra cosa, la falta de libertad y la falta de dinero la hacían insoportable, de vez en cuando alguna escapada pero el resto del tiempo era un sinvivir y no poder estar, a muchos les pasaba lo mismo pero no era un consuelo porque unos pocos vivían bien.
Todo aquello que intentabas para cambiar de vida, fracasaba: un nuevo trabajo, un nuevo empleo, mayor autonomía, mayor capacidad de gastos, mayor poder adquisitivo...todo estaba destinado a fracasar y lo único que podía salvarte era desear no gastar y no consumir y no tener cosas y decantarte por la cultura que seguía siendo gratuita en muchas partes. Todo estaba funcionando al revés en el mundo, la economía estaba colapsando, en España había 14 millones de pobres, la situación era insostenible y sin embargo Claudia era feliz haciendo nada, yo me pondría nervioso, soy un hombre de acción...pero Claudia...parecía no aspirar a nada, no desear nada, no querer llegar a ningún punto en la vida.
¿Pero por qué?
Me inquietaba que una persona cómo ella, un artista, de repente hubiera renunciado a leer y a escribir pero también a ver televisión y cine y teatro, sólo Claudia dentro de su propio mundo interior comprendía que la estaba pasando, parecía feliz, equilibrada al menos, no parecía deprimida ni malhumorada, era bastante buena persona por lo demás. Siempre correcta aunque poco habladora.
Quizás habitar una España que había cambiado tanto donde no había trabajo ni esperanza ni futuro para los jóvenes y muchos--los más pudientes--tenían que emigrar mientras su mayores tenían trabajos precarios o se prejubilaban a la espera de dejar el mercado laboral a otros. Personas que se habían quedado sin nada, pobres, estudiantes de ciencias políticas, diplomáticos sin diploma, empresarios de la empresa de su padre arruinada...gente que se quedó sin un duro, algunos de Villajoyosa, mujeres y hombres que han sido interesantes y ahora son mentirosos gastados, algunos que ya no saben exactamente que ha sido de si mismos, ricos venidos a mucho menos, abogados a dos euros la hora en el turno de oficio, gente a la que le da igual todo, gente que ya no hace ni llamadas por teléfono, bailarines de la tercera edad, gente que sólo quiere oir un poco de música ochentera y lo demás les da todo igual, aventureros de pub musicales sin un duro que piden agua mineral, pequeñas orquestas de barrio, teleféricos y teleñecos danzantes y contantes, algunos sonrien y saltan bajito, mucho guiri que no es guiri y mucho emigrante que en realidad es español... y mucho cándido aparente.
¿Pero por qué?
Yo observaba a Claudia, tenía la costumbre de bajar al bar a tomar un café solo dos veces al día, se sentaba a no hacer nada, al menos la gustaba el café, para estar despierta, para estar con sus pensamientos.
En eso estaba yo, en mis pensamientos esforzándome por llegar a los demás, dando información gratuita de los líderes y la pasta de ganso, con el tiempo me iré...¿A dónde? A otro lugar donde no tenga sentido ser cómo Claudia.
Había días en que tenía calor, mucho calor...pero a Claudia no parecía afectarle, dicen que era famosa dicen algunos. Tal vez, pero no era una estrella. No brillaba.
Con mi imiganización quería comprenderla a ella, pero no quería que fuera una imagen obsesiva. Así que a las tres de la tarde cuando veía las noticias pensaba en ella porque a ella no le interesaba lo que pasaba en el mundo. Tiene que ser impresionante que te dé igual lo que pase en el mundo, hay que ser muy sabio para eso.
Pensaba en todo aquello que es peor que una crisis, pensaba en una guerra o en una hambruna. Si llegara esa situación...¿Se interesaría Claudia por lo que pasara en el mundo?
Todo el mundo pensaba que la vida es entretenerse con algo, aunque te ocupe tres días y quieras tener también un fin de semana más largo, lo decadente es hacer sólo dinero.
Todo el mundo pensaba que había que tener un excelente e interesante punto de vista sobre todas las cosas conocidas y existentes, cada cosa sería una muestra de lo que conocemos, lo que nos lleva al éxito de saberlo todo y todo en parte.
¿Pero por qué?
Llevar una vida aventurera o comerse el coco, practicar deportes de riesgo o jugar al ajedrez. Siempre hay algo que hacer. Todo el mundo se divierte demasiado y a veces demasiado poco, algunas mujeres buscan un sitio donde pasar los malos ratos solas y les molesta la gente, muchas otras cosas parecen sorprendentes, fotografías de gente que es dueña de medio mundo y parecen señores de pueblo que han engordado en el bar de abajo.
Algunos muestran placer en ser decadentes y te mandan saludos y otros no tienen más que decir.
Pero lo que tienen en común todas estas personas es que necesitan dinero, alguien pagaba los dos cafés al día de Claudia y eran sus padres y alguien le daba techo, ropa y comida y eran sus padres.
Realmente no podemos ser independientes y llevar una vida independiente sólo con el pensamiento porque luego viene la realidad y puede que sí y puede que no. Está bien, si seguimos en contacto es porque eso es fácil, cuando deje de ser fácil, cuando tenga yo otro bar de abajo y a las nueve de la mañana dé las buenas noches cantarán otros gallos luciendo otros espolones, este es el último Martini que me tomo diré y me escuchará alguien.
Hay quien hace una gran entrada sin tener una buena puesta en escena.
Y luego están los que quieren ligar con su secretaria, pero son muy antiguos y les gusta echar un buen vistazo a los mapas.
Una vida sin explicaciones y sin querer volar en helicóptero ni vivir en sitios peligrosos y hablar y no decir nada pero solo a ratos.
No quería seguir a Claudia ni colocarme a su lado, sólo intentar comprenderla y hacer exactamente aquello con lo que ella pudiera identificarse y no es que ella se escondiera ni que pudiera perderla de vista, simplemente era que la mayor parte de las veces sus trayectos estaban bien para ella misma y yo los identificaba todos, me vestía con mi cinturón de 1830 y me dirigía hacia la zona portuaria donde podía encontrarla en el mismo bar de siempre pero no a las mismas horas, así que a veces acudía al bar y no estaba. Cuando la veía hablábamos de cosas banales e insubstanciales y a mi me daba la tos por fumar.
En la zona del puerto de donde debía ser ella había muchos trabajadores con sombreros de paja y pantalones con los dobladillos dados la vuelta, levantaban las manos hacia el cielo y bailaban a veces cantando cómo disparando palabras vivas de cincuenta mil voltios.
Yo pensaba algún día lo haré bien, lo de comunicarme con las mujeres y con ella parecía más fácil que con otras, alguna vez esperando en el puerto se me hizo tarde y tuve que coger un autobús. Los autobuses eran de color marrón y había tipos que trabajaban para el autobusero ayudando a la gente a llegar hasta allí sin que les ocurriera nada, solía tratarse de gente irresponsable que trabajaba sin preocuparse mucho en parejas de hermanos. Algunos de ellos intentaban ayudarme cómo si tuviera algún problema, una línea muy fina les separaba de la locura y una vez cruzada ya no podías retroceder, el barrio por lo demás era tranquilo.
De vez en cuando un olor químico cómo a droga de almacén me hacía recordar cosas que no me fallaron, los aromas venían de una pastelería que antes había sido un bazar para los alumnos del instituto chino de control financiero, te podías poner con cara de gioconda subida en una lancha pegando la oreja en la pared hasta la noche y avisaban los de la fabrica de la petroquimica que matarían por ti a los medios de seguridad para que no te entretuvieras pensando mucho en qué estabas oliendo, la gente era muy variopinta por la noche y sonaban baterías de cocina y ruido de fogones y el encenderse y apagarse de pequeñas linternas, luego te ibas y no pasaba nada.
Era un barrio cómo de gente mala que sólo quería ayudarte, sólo buscaban una justificación a su violencia para ejercerla contra otros, contra aquellos que te daban problemas, pero luego a nadie le pasaba nada...pero...¡Ese olor! Te volvía cómo loco y se pegaba a tus entrañas.
Lo más desesperante era ver grandes grupos de jóvenes sin hacer nada, apostados en un portal escuchaban música de sus móviles o se pasaban unos litros o un canuto, tendrían entre quince y veinticinco años y eran legión, al menos sus mayores intentaban salir del agujero que apestaba y entre ellos formaban una especie de mafia de los bajos salarios, al menos no eran parte de los catorce millones de pobres de España y estaban destrozados por las leyes que cumplían establecidas por la sociedad pero a su manera eran libres y tenían todos una cierta marcialidad, se protegían hasta de si mismos y procuraban que "los chicos" no se convirtieran en unos delincuentes, querían de alguna manera detentar la función de ser humanos mejores. Los jóvenes se movían con muy poco dinero y poca tolerancia a la frustración pero no habían caído en ningún tipo de delincuencia, Internet los tenía comunicados y entretenidos en una especie de mundo virtual que era mejor, bendecidos por algún oscuro dios.
Yo estaba situado en el lugar en el que ella solía pasear pero realmente no lo hacía, sólo iba de un lado a otro sin rumbo hasta que sabía que tenía que dar fin a sus pasos en el bar para pedirse un café, muchas veces la vi dando vueltas casi en círculo en un muy corto espacio físico. Pensé que lo hacía por no alejarse mucho, luego debía de vivir cerca. El bar no era propiamente dicho una cafetería, parecía más un bar de viejos con decoraciones del puerto, muy tranquilo y para jubilados y no con mucho dinero, creo que también servían comidas.
Una tarde descubrí que el paseo acababa en un camino de tierra, no había nada urbanizado y todo era marrón oscuro, el suelo con alguna piedra y matas bajas y abrojos, había algunos insectos oscuros que parecían volar, por la noche no llegaba la luz de la ciudad y era un lugar siniestro, a lo lejos se perdían las casas, edificios tristes de ladrillo y una gran masa edificada proletaria de tejados rojos para dar algo de colorido a tanta desolación, aquel lugar te hacía estremecer, sabías que era el lugar en el que todos los del barrio detenían sus pasos y se daban la vuelta, permanecer causaba desazón y no sé por qué me entretuve en aquel sitio un tiempo, pienso que lo hice porque supe que ella alguna vez había estado allí.
Una tardé la observé tomarse su café en silencio, sólo bebía eso. Un par de cafés al día. No tomaba vino ni cerveza ni copas ni nada de alcohol. Ella era abstemia. Yo pensaba en ello...alguien que no consume nada de alcohol ni ningún tipo de droga que no sea café que también es una droga legal. Yo lo pensaba y no podía comprenderlo. Luego lo medité más profundamente, la idea de ser abstemio, la idea de no tomar nada de alcohol ni por supuesto ninguna droga...y vivir así sin nada que calme tus nervios o te euforice o te haga ver las cosas de una manera distorsionada pero más alegre. Ninguna alegría para el cuerpo, ninguna calma para los nervios, ninguna euforia para el corazón...¿Por qué? Plantarse firmemente en la realidad con mucho trabajo y poca ilusión, hacer de la vida una constante de pleno aceptamiento de lo que hay y de asunción de lo real. Y sin embargo no estar exento de poder destruirse desde el fuego de tu propio psiquismo en el que algo gélido se movía quemando el interior de la persona, sin otra cosa que estar ahí presente, cómo una nubecilla del cielo.
De hecho creo que tardé lo mío en dirigirla la palabra y que al principio las conversaciones fueron insulsas y banales, ella tardaba en abrirse a la gente no daba confianza y creo que no hablaba con nadie del bar, tampoco con el camarero. Yo pensaba en algo y algo en lo que pensaba se traslucía dentro de mi, un día hablamos en el dintel de la puerta.
--Me voy, Claudia. Se me hace tarde.
--¿A dónde vas ahora?
--A mi casa.
--Yo también me marcharé a casa pronto.
Luego la comenté algo de todos los chicos del barrio que estaban sin trabajo pululando cómo fantasma y sin hacer nada, algo hablé de una España con catorce millones de pobres y con una tasa de paro elevadísima.
--Es todo normal--dijo por toda respuesta.
Ella no encontraba nada extraordinario en el ambiente, cómo si siempre hubiera sido así o cómo si todo fuera una consecuencia lógica de lo anterior o, lo mejor, cómo si realmente no hubiera nada de qué preocuparse, consecuencias lógicas y nada más y de alguna manera todo bajo control, una cueva de ladrones y de tesoros con perdedores y paseantes en la oscuridad que olvidaban las palabras mágicas, pero todo bajo un cierto halo de normalidad.
Pero si todo lo anterior era cierto, desde luego eso no concernía al origen de la vida y de Dios, no era nada profundo en el fondo, simplemente se trataba de estar en el mundo materialista cómo en el mejor de los mundos posibles adquiriendo la posibilidad de tener las mayores y mejores experiencias, no cómo en una obra de teatro sino cómo en el mundo real. De todas formas la posibilidad de que estuviéramos viviendo en un sueño no lo era todo, sino que al morir volvíamos a encarnar de nuevo y costaba trabajo pensar que era una realidad cósmica superinteligente lo que podía ordenar todo aquello sin la necesidad de la creencia en Dios, el propio cosmos tenía sus propias reglas naturales para devolver nuestra alma a otros cuerpos nuevos, a un nuevo cuerpo después de la muerte y para ésto no hacía falta el consenso de un dios. Yo todo ésto lo pensaba con más imaginación que intelecto porque yo creía que al final vivíamos en dos mundos y uno era el mundo espiritual y otro era el mundo material pero cunado no tienes dinero la gente dice vaya por Dios. El mundo material y el espiritual se tocan y Dios quiere que vivas en abundancia, otra cosa es que puedas o te dejen. Realmente tenemos de todo, el mundo es grande.
Finalmente logré convencerla un día para que paseara conmigo por las vías del tren, cerca de aquel lugar había unas vías de tren abandonadas y una estación de tren reconvertida en bar, a mi me gustaba ese lugar y ella accedió a tomarse un chisme conmigo en aquel sitio.
--Vengo aquí--la dije--porque ésto me recuerda mucho a una etapa de mi vida en la que tenía amigos que vivían cerca de las vías del tren, fueros buenos tiempos.
--¿No serás uno de esos tipos nonstálgicos que siempre se están lamentando del pasado, verdad?
Me quedé perplejo con su pregunta y cambié de tema. Lo cierto era que cuando entré en la universidad seguía frecuentando los bares del instituto por nonstalgia y cuando dejé la universidad seguía frecuentando los bares de la universidad por nonstalgia y ciertamente me cuesta mucho esfuerzo desapegarme de mi pasado porque me aferro a mis vivincias y a todo lo que ellas han representado y representarán en mi vida, así era y sin poder evitarlo.
Claudia llevaba una blusa azul que la quedaba bien con su media melena oscura y sus ojos negros sin brillo, de cara ovalada y muy expresiva el único rasgo que desentonaba un poco en ella era que sus ojos no parecían tener expresión y eran cómo los de una muñeca muerta, para compensarlo toda su cara era muy expresiva y a veces hasta simpática.
--¿Por qué no haces nada, Claudia? ¿Por qué no estudias ni trabajas ni sales con nadie ni tienes amigos?
--¿A ti qué te importa?--contestó.
Luego se miró las uñas, trajeron los cafés y el camarero nos sonrío cómo si fuéramos una pareja, a ella ese gesto le sentó muy mal. Bebía el café muy deprisa, quería dejarme.
Entonces yo empecé a hablar. Ella me dejaba hablar para no tener que decir nada ella. En el fondo yo creo que en medio de todo aquello ella estaba inmersa en sus pensamientos...¿Por qué había accedido a salir conmigo a aquel lugar?
Poniendo las dos manos sobre la mesa sin dejar de mirarse sus uñas se despidió, yo me quedé solo mirando dos vasos vacíos. Se fue por la puerta y no me levanté a acompañarla. Después, sin moverme del sitio, fui ordenando al camarero que me trajera cervezas.
Con la primera cerveza me acordé de los chicos amigos míos que vivían cerca de la vía del tren, luego me acordé de unas chicas morenas que había conocido en el pasado, cómo una de ellas me recordaba a la actriz de una película me acordé de una película.
Con la segunda cerveza empecé a sudar por la tripa y me entró cierto calor en el cuerpo, no me sentía mal.
Con la tercera cerveza recordé que una vez estando de vacaciones salió una negra en pelotas a una de las terrazas del ático del hotel y se puso a tomar el sol, su amiga, una rubia alemana, estaba en bragas y en una camiseta de tirantes y al recriminaba su actitud.
Con la cuarta cerveza--que me debió de sentar mal--imaginé lo qué sería de nosotros, los de la generación del 70 que ahora teníamos poco más de 40 años y que habíamos crecido en una España rica y opulenta con trabajo para casi todos y universidades casi gratuitas. Todos nosotros con nuestras carreras de letras, nuestros pinitos literarios, nuestros viajes y nuestros libros leídos y ahora los más preparados y con más suerte con trabajo y con buenos trabajos, los seniors de las grandes empresas que se prejubilarían pronto y los menos con poco recorrido laboral por haber estado tantos años estudiando y muchos con una paguita por no poder entrar ya en el mercado laboral. Habíamos colapsado el mercado laboral, éramos muchísima gente y muy preparada y de repente las nuevas generaciones tuvieron que hacer los trabajos poco cualificados que antes hacían los inmigrantes y de repente una gran crisis y mucho paro y se empezó a repartir miseria, sin embargo muchos seniors de los 70 estaban bien, pero eran los mejores. Cómo si de una selección natural se tratase muchos otros, al llegar la crisis y por su poco recorrido laboral y curriculum y edad, ya no encontraban trabajo. Imagino que eso le debió de ocurrir a Claudia que había sido una buena poetisa con libros publicados pero hace veinticinco años. La imagino confiada pensando que aprobaría algún tipo de oposición o la darían algún trabajo de comercial o de cajera o en algún bar, pero la edad se fue imponiendo y sumada a la falta de experiencia laboral demasiada intelectualidad y pocos conocimientos prácticos la trajeron hacia cursos del paro que no tenían salida y que sólo sirvieron para enriquecer a los que los llevaban a cabo, al final al hartarse de ellos y de esa vida se queedó en su casa y luego llegaría la soledad, la pérdida de las amistades, el abandono y la claudicación...y ahora a esperar a ser una vieja con algún tipo de pensión sumida en el rencor pero no ya en la desesperación, disgustada con lo que se había convertido su país pero creyéndolo normal y lógico y consecuencia de políticas anteriores, por ejemplo la que la llevó a estudiar casi gratis en la universidad cómo a tantos otros generando cientos de miles de parados.
Con la quinta y última cerveza todo estaba bien, y estaba bien porque no podía hacer nada para solucionarlo, las cosas eran así, un nuevo modelo del sistema o cómo quieras llamarlo que nos ha pillado en medio y sobramos, unas cuentas cervezas un, día alguna otro y un día de no ebriedad y luego alguno más de pasarse y y así transcurrirían los años y los meses y acabaría todo, no el sistema capitalista que en él vivimos nos movemos y existimos, sino todas las preocupaciones: ya seríamos viejos con algún tipo de paga y de pensión y nuestro momento se habría acabado: Los problemas serían para las siguientes generaciones.
Así que todo estaba bien.
Claudia me había dado cierta tranquilidad a la hora de entender la vida y yo no sabía bien cómo se producía ese fenómeno en mi mente. La clave era pensar que nada era importante realmente y que tú tampoco lo eras y de esa forma se ganaba en falta de irritabilidad. Todo lo que sucedía en España y en el mundo era muy frustrante para mucha gente y así ellos mismos lo reconocían, pero la verdad es que era muy frustrante porque ellos se daban mucha importancia y lo que sucedía les molestaba y les ofendía o les irritaba porque ellos se sentían muy importantes y con mucho ego y querían que las cosas fueran de otra manera, de una manera que les favoreciera porque pensaban que ellos se merecían lo mejor y siempre más y más. Yo creo que me dejé invadir por esa corriente de ego que tiene la gente que se da una importancia muy grande y que por eso me molestaba todo lo que sucedía en el mundo y en España. Si se piensa ésto bien todos los problemas en el fondo derivan de que hay demasiada gente dándose una importancia que realmente no tiene.Humildad pone pan en la mesa, pero humildad era lo que faltaba en España y en el mundo. Claudia en el fondo ya no quería nada, ya no le importaba nada, era muy austera, se conformaba con muy poco, no tenía ambiciones ni proyectos ni una idea formada sobre Europa, no le interesaba la guerra de Siria ni estudiaba a las partes en conflicto, no se preocupaba por Palestina o por Irán ni por las políticas de los Estados Unidos, lo que dijera el FMI le daba igual y si mañana caía un asteroide a la Tierra, pues muy bien. Impertérrita y muy tranquila hubiera andado hasta sobre las ruinas de una guerra civil sin inmutarse.
Todo ello me llevó a plantearme la siguiente pregunta:
¿Por qué queremos cambiar el mundo?
¿No sería mejor que intentáramos adaptarnos al mundo sin querer cambiarlo? ¿No ha pasado ya que por querer cambiar el mundo una persona se convierte en un inadaptado social? ¿Y no sucede a veces que la intención de querer tener la última información de todo lo que sucede a nuestro alrededor nos estemos perdiendo la savia de nuestra propia vida? ¿Y cuáles son los elementos que conforman nuestra vida? ¿El mundo exterior o el interno o nuestra propia consetudinariedad?
¿Y por qué a la gente le gusta el teatro?
Intentando analizar la mente de Caludia, su pachorrez casi infantil, no descartaba que hubiera en todo ello un conato de maldad, en cierta manera que a uno le traiga al pairo aquello que no le importa y adecuarse a vivir en un mundo que das ya por perdido. Mi análisis podría resultar desacertado pero de momento no tenía otro.
La mente siempre está juzgando y emitiendo juicios, siempre está marginando y de alguna manera en constante proceso de réplica y argumento, sin duda vivimos en la mente y la mente nos exige sus propios juegos que suelen ser siempre juzgar los actos de otros y a veces los propios y las más de las veces tener una clara indulgencia con un mismo y una cierta dureza con los demás, ese es el veneno del huevo de la serpiente que ya hizo eclosión en el mundo.
De nuevo volví a sorprender a Claudia en el bar de los cafés, me hizo un gesto con la cabeza, no sin cierta pesadumbre, de que podía sentarme con ella a su lado, lo que realmente me hizo ilusión.
--Hola--dijo
--Hola--contesté.
Llegó el camarero y le pedí una caña para mi y para ella otro café.
--He estado pensando una cosa--le dije--.Creo que se puede pedir ayuda por hijo a cargo, para tus padres. Si ya no vas a trabajar ni hacer nada, tus padres pueden tener una ayuda por tener hijo a cargo. Creo que sería bueno que la pidieras.
Claudia me fulminó con la mirada.
--¿Por qué te importa tanto mi vida?
--Sólo quiero ayudar--, respondí.
Después la comenté que mucha gente cuarentona de la generación del 70 se tenía que volvera vivir con los padres porque no podían pagar un alquiler, y cómo ya no iban a encontrar trabajo e iban a ser siempre unos mantenidos de sus padres hasta que se muriesen y heredasen la casa, muchos progenitores ponían a sus hijos cómo "hijo a cargo" lo que tenía bonificaciones en la declaración de la renta y ayudas sociales.
--Hijo a cargo--pensó ella en voz alta.
Después la pregunté si tenía algo que ver con el somatén que se estaba formando en el barrio, me dijo que ni idea de qué la estaba hablando.
Luego la sentí imaginar todos los hijos a cargo que habría de la generación del setenta: hombres y mujeres sin trabajo en la España del 2015 y que serían parte de los 14 millones de pobres si no estuvieran siendo mantenidos por la pensión de los padres. Las pensiones de los padres y de los abuelos hacían que España no reventara desde el 2010, gracias a las pensiones de padres y abuelos que se hacían cargo de los miembros de la familia caídos en desgracia y tan pobres que no tenían nada, España no ardía por los cuatro costados. El problema no era la monarquía ni el independentismo, el problema de España eran sus 14 millones de pobres y la gran cantidad de personas que tenían que vivir de la pensión de un familiar: ésto es: de la caridad de un familiar.
No sé de qué hablamos mucho después, pues estuvimos un largo rato en silencio observando a los demás, luego empezamos una conversación parca en palabras y al final salimos por la puerta y caminamos un poco juntos.
Creo que fue cuando empecé a explicarla que la vida es hacer cosas y que todos debemos hacer cosas en la vida y que no se puede estar sin hacer nada. Ella no entendía por qué no se podía estar sin hacer nada, si ya el hecho de vivir y alimentarse y asearse y dormir y comer te llevaba tu tiempo, luego estar un rato echada, acostarse pronto, otro poco descansar y luego ya nada más, volver a empezar el día tirada en un cuarto a oscuras esperando que se haga la hora de tomar un café.
En veinte minutos conseguí que me contara algo de lo que hacía mientras estaba sola, casi siempre imaginaba cómo hubiera sido su vida de ser las cosas de otra manera y tenía sus recuerdos sobre la gloria pasada literaria de otras épocas y los de los amigos que dejó en el camino.
Yo me esforzaba sobre todo en estar informado de la actualidad, leía más de veinte o veinticinco periódicos diarios. intentaba tener una función crítica y una posición crítica sobre la actualidad. Luego salía a correr mis veinte kilómetros diarios y si no hacía pesas. Trataba de que mi casa estuviera siempre limpia y ordenada y trabajaba por internet de desarrollador de contenidos web aunque también escribía para otros medios y dedicaba tiempo a leer y a escribir literatura. Siempre que podía practicaba algún idioma, veía alguna buena película y salía con los amigos y amigas a tomar unas cervezas. No paraba en todo el día...¿La siesta? ¿Qué es eso?
Recuerdo que antes tenía obsesión por estar haciendo cosas nuevas y por estar aprendiendo siempre nuevas materias, cambiándome de un centro educativo a otro, cogiendo el tono de la ciudad y la cultura de las poblaciones: cine, teatros, museos...¡Un día aquí y otro allá! Luego fui más comedido y , lo pensaba, ¿llegaría el día en el que fuera cómo Claudia?
Ella me hacía pensar: ¿Para qué siempre hacer actividades y aprender algo nuevo? ¿Para qué estar todo el tiempo lleno de uno mismo?
Me despedía de ella y experimenté sentimientos que eran reales, las cosas ya no me hacían enfadar tanto. Me parecía que todo estaba en paz y era correcto, pero sólo era un reflejo de mi mundo interior que tenía una nueva decoración.
Pensé en mis planings de actividad que siempre hacía y en cómo apuntaba siempre a bolígrafo en papeles las cosas que tenía que hacer, las tareas pendientes.
Y pensé en eso y pensé en por qué lo hacía, porque llevaba un diario de mi vida cómo si fuera un gran artista en un país remoto, no comprendía por qué me daba tanta importancia pero daba igual, me encontraba fantástico.
Me fui solo caminando hasta una chupitería donde vendán chupitos de Mezcal, el vaso no tenía un gusano pero la botella si, el gusano se alimentaba de peyote y de él también se hacía el Mezcal, que era un licor fuerte de hierbas que se toma mucho en Méjico.
El licor aclaró mis ideas y ya podía pensar bien, estaba a punto de decidir no hacer nada en esta vida yo también...¿Para qué hacer cosas? Yo intentaba salvar a Claudia de ella misma y me encontré conque ella me estaba cambiando...¿Para qué trabajar? ¿Para qué estudiar? ¿Para qué aprender cada día cosas nuevas? ¿Para qué leer? ¿Para qué escribir?
¿Para qué ser tan inteligente?
No hay comentarios:
Publicar un comentario