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sábado, 8 de abril de 2017

AMOS Y ESCLAVOS

Hay mucha gente con sus egos incómodos dándose contra un muro todos los días, hay mucha gente que quiere progresar y que no lo consigue, no puede, no le resulta posible.
Son los Tiempos Finales que estamos viviendo ya, la crisis, la Gran Crisis, ya está aquí y ha venido para quedarse, nada tiene remedio ya. El año 2015 supuso la mayor de las humillaciones para Grecia y el final del viaje, a partir de ese momento todos sabíamos que la Unión Europea se iba a desmoronar. Luego resultó que no estábamos equivocados, que no estábamos equivocados ninguno. Londres se apresuró a salir de la Unión y Francia empezó a hacer los preparativos mientras que Alemania y Suecia tenían serios problemas con los refugiados. Los países del norte se apresuraron a cerrar sus fronteras y lo mismo hicieron los del este, se estaban sentando las bases para una tercera guerra mundial y mientras tanto recordar todo aquello que es lo que se ha vivido.
Entonces se recuerda cuando se quería ser un buen escritor y cuando había el ego suficiente que llevaba a querer destacar, luego llegó la humildad y llegó la humildad cómo reacción al ver tanta soberbia en los egos, tanta desesperación también por querer alcanzar alguna meta, por querer ser algo, por querer ser alguien. Se recuerda así porque todos estábamos en lo mismo, todos queríamos ser algo en España, todos queríamos ser alguien pero el noventa por ciento de la gente se quedó por el camino, recordando y abandonando sus sueños. La gente cada vez se hizo menos importante, la clase media desapareció casi completamente y quedó un mínimo reducto residual con menos expectativas y posibles que las generaciones de clase media que la habían precedido. Así con todo sólo quedaba acostumbrarse al caos generalizado que significaba vivir en sociedad, sólo quedaba esperar a que las cosas fueran peor y un día acabaran reventando completamente. Entonces se recordaba los días de farra y francachela en buena y agradable compañía, entonces se recordaban los tiempos que habían sido mejores cómo aquel año de estudiante de Filosofía Pura en 1995, asiduo a una docena de bares, cerrando todos los garitos, conociendo a gente interesante, escribiendo un libro sobre política que jamás llegó a ver la luz. Se recuerdan esos buenos tiempos de mayor y mejor actividad mental donde entonces era una obsesión acabar con el terrorismo vasco y todas las preocupaciones de España se centraban en evitar atentados terroristas de grupos a favor de la independencia y la secesión y todo el mundo hablaba de ello en ese clima de violencia con objeto de aislar a los culpables, encerrarles en cárceles y procurar hacer una vida mejor, una vida más plena. Sin embargo la economía iba bien y la clase media seguía siendo clase media antes de que las élites decidieran acabar con ella para crear un mundo de tan sólo amos y esclavos. Y ahora los problemas son otros pero recordamos con dolor los problemas que hemos tenido, cómo nación. Todo el mundo, lo sé, toda la generación española de los años setenta, que tuvo universidades públicas casi gratis en España, recuerda con cariño esos años de estudiante en los que se hicieron excesos pero también se encontraba estimulada la mente, mucho ambiente en una universidad completamente masificada y que en cierta manera fue un cachondeo y de todo punto fue bastante divertido el experimento social, otra cosa es y ha sido el rendimiento académico que se ha derivado de todo ello, debatir sobre si la gente salió preparada o no.
Los años del bachillerato pasados en una ciudad provinciana antes del exilio a Madrid, los recuerdo con un sentimiento agridulce. Los cursos se me hacían cuesta arriba, vivía para el fin de semana, los exámenes me angustiaban, preparar exámenes no me gustaba, la vida de estudiante a veces se hacía dura y los amigos iban y venían y lo mejor siempre se recuerda, también hubo malos ratos. A todos les ha pasado lo mismo, la adolescencia se recuerda siempre con un sentimiento agridulce, son años de adaptación a la sociedad y a unos nos cuesta más trabajo que a otros ser sociables. Entonces yo recuerdo por ejemplo una temporada evadiéndome leyendo libros de Ciencia Ficción, muchos libros de Ciencia Ficción para no estar en una realidad que me resultaba incómoda. Una temporada sin casi relaciones sociales en la que sólo tuve un amigo que era una persona triste y malhumorada y llena de complejos. Una etapa muy extraña de mi vida en la que yo realmente no estuve ni en el mundo ni en la sociedad. Escribo ésto porque sé que todos hemos pasado por etapas parecidas durante la juventud y el que tiene memoria sabe que la juventud tuvo sus grandes momentos de pesar. Abundantes lecturas para evadirse durante la juventud y mucho cine también, en algún tipo de periodo catastrófico. Por eso pienso que a veces es mejor ser un chico de la calle, perderse por las calles, antes que la aventura de la lectura para encontrar otros mundos soñados. Tener o haber tenido la virilidad suficiente para encarar la verdad y la realidad eso hubiera sido lo necesario en aquellos tiempos pero ahora es tarde incluso para mirar atrás. La gente hace muchas tonterías pero no se juzga y a veces lo penoso es no haberlas hecho. Por eso ahora prefiero a la vida antes que al cine y los libros, el cine y los libros no son la vida, son la evasión de una vida que no se quiere vivir. A veces el mundo no nos gusta pero no hacemos nada para cambiarlo.
Destacaba siempre en la asignatura de lengua y literatura y en eso me quise hacer fuerte e incluso cuando llegaron los estudios de filosofía quise hacer de ello una profesión, pero ya no hacen falta filósofos, hacen falta personas concretas con oficios, con actividades específicas. Todo es muy diferente ya, la información está al alcance de todo el mundo, todo tipo de información. El problema es que la gente no sabe ni procesarla ni qué hacer con ella.
Hablo de ésto porque mi problema es el problema de mucha gente, estudiantes de carreras de letras porque no tenían la capacidad intelectual de ser de ciencias, de ser científicos, que acabaron trabajando de camareros o de agentes inmobiliarios o de encuestadores o de comerciales o incluso de telefonistas o teleoperadores cuando no se quiso o no se pudo hacer una oposición a alguna cosa o no se tenía tiempo o no se encontraba uno motivado y que al final tienen dos o tres novelas escritas y un buen puñado de poemas, alguno bueno, decididos a buscar un editor que nunca encontrarán y finalmente abocados a gastarse el dinero en autoeditarse y acabar teniendo en su casa un buen montón de libros que es imposible de colocar. Una vida de artista más o menos interesante y luego nada, quizás un par de blogs en el que escribir las neuras personales de cada uno con cien o doscientas visitas de gente que sabe qué es lo que te pasa, qué es lo que tienes, porque está pasando por lo mismo. Sin resultados. Y la imposibilidad de poder aportar algo nuevo a la sociedad aunque siempre quede la esperanza. Finalmente la percepción de ser absolutamente prescindible. Todo en medio de un estado depresivo en un clima prebélico que puede volverse bélico ya cuando empiece a asomar el total colapso del sistema. Poco dinero, mucho tiempo libre y en general la sensación de que ya se han vivido los tiempos que eran mejores. Sobre todo la poca o nula capacidad de poder aportar algo nuevo a la sociedad, todo está ya inventado, toda está ya dicho. Viene una nueva fase, la fase en la que la gente va a sobrar. La fase en la que todos seremos prescindibles y o se elimina población, cómo se piensa que quieren hacer las élites, o se empieza a dar un dinero a la gente por no hacer nada. Y eso no va a pasar.
Todos los días vivimos al borde de la tercera guerra mundial, todos los días al día siguiente va a ser la tercera guerra mundial. Así estamos años ya, esperando la guerra. Todo el mundo esperando la guerra. Todo el mundo diciendo que la guerra es inminente. Y un día sucederá.
Quizás mañana.
Quizás ha empezado hoy.
Quizás empezó ayer y todavía no lo sabemos.
Pongámonos en paz con Dios.

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