La madrugada llegaba para aquellos que no pudieron entrar en el discobar, afuera donde ya no había lugar para estar de pie, al menos diez de mis amigos me aguardaban salir con entradas de copas y cervezas. Entonces las motos aparcadas no estorbaban a la gente y debajo de los balcones se estaba seguro por la lluvia y guarecido.
Todos los que habían llegado ya de otros lugares hablaban de quedarse a dormir en la ciudad en fiestas y se habían cogido pensiones y hoteles, entonces vestíamos con vaqueros negros ceñidos y camisetas blancas sin marca con unos playeros en forma de bota que eran de tela.
Obtuve entradas con precios bajos para mis amigos y salí a entregárselas abriéndome paso con dificultad entre la gente, mi trabajo de relaciones públicas me permitía ciertos privilegios y la verdad es que nunca tuve tantos amigos.
Después muy borracho pero lúcido y en absoluto cansado cerramos el bar y se hizo el silencio cortado sólo por el murmullo del tráfico y el chapoteo de los jardineros que regaban las calles.
Supongo que serían más de las siete de la mañana cuando cerramos y quitamos la música incluso y nos quedamos tres camareras el gerente y yo tomándonos la última antes de cogernos un taxi para irnos a casa.
En mi sangre empezó a despertarse una sensación placentera de seguridad y apertura mental, lo sentía por todos mis miembros y fue todo regocijo mi cuerpo sin saber por qué, entraba o estaba entrando en algún estado de conciencia superior y no podía llamarlo por ningún nombre.
Mi alma se iba de viaje hacia un espacio integral y yo iba detrás sin saber qué hacer con ese momento de plenitud que me llenaba y que sin duda era bueno.
De repente golpearon las verjas del bar, unos borrachos estaban metiendo mucho ruido. Sin saber por qué les dejamos entrar.
--Muchas gracias--nos dijeron--venimos a tomarnos la última.
Eran dos chicos de poco más de veinte años de una sana clase media y puestos de alguna cosa muy suave, olían muy fuerte porque llevaban toda la noche por ahí y fumando y estando en sitios llenos de humos.
Pusimos un poco de música y los chicos comenzaron a hablar entre ellos animadamente, entonces yo me despedí y salí por la puerta cómo arrastrado por una nube, tenía mucho calor.
--No hay que dejar la música puesta--me dijeron cuando me fui pero no hice caso.
Una vez en la calle encendí un cigarrillo y empecé a pasear tranquilamente hacia la parada de taxis.
Pensé en mis 28 años vividos ya, en mi futuro, en qué sería de mi más adelante cuando tuviera treinta y luego cuarenta años, empecé a pensar en mi en serio y a pensar en buscarme un trabajo en serio o a terminar mis estudios universitarios o a lograr tener una mayor estabilidad económica en mi vida y cuando acabé de pensar en todo eso me di cuenta de que en el fondo no me importaba nada, que no me importaba mi futuro ni lo que sería de mí y que me dedicaría el resto de mi vida a vivir en el presente y así me lo iba decretando sin saber muy bien por qué justo cuando se empezaban a abrir líneas de futuro en mi vida pero a las que no quería hacer ningún caso, ni tomar ninguna responsabilidad.
Entré en un bar a tomar un café y a leer el periódico y me di cuenta de que en el fondo no me importaba nada de lo que pasara en el mundo.
Así pasaba yo frente al mundo, cómo un muñeco estropeado y tenía en mi mente mi vida y en mi vida mi mente y soñaba con avanzar pero no sabía a qué dirección, en esa juventud de mis 28 años, sin dudas pero sin esperanzas, yendo hacia algún lugar más oscuro sin saber por qué y sin encontrar remedio ni solución.
Volví a mi casa, vivía con mis padres y mis hermanos. Ninguno se había independizado, mis hermanos eran más pequeños que yo. Mis padres tampoco querían que nos marchásemos fuera de casa. Yo ya tenía 28 años y era un error no hacer vida independiente, además estaba trabajando y podía alquilarme algo pero no lo hacía para tener más dinero para mi y comprarme discos y libros y salir hasta tarde y poder fumar cajetillas de tabaco rubio y también beber buenas marcas de copas. Todos esos lujos los tenía gracias a que estaba viviendo con mis padres, si fuera independiente y tuviera mi casa no podría vivir tan bien, tendría más libertad...¿Pero libertad para qué? ¿Para tener que cocinar, fregar, limpiar, hacer las habitaciones, ventilar y fregar los suelos y hacer las camas y barrer? ¿Libertad para comer poco y mal y solo? No tenía mucho sentido irme de casa de mis padres, pero la verdad es que a veces se me pasaba por la cabeza.
Llegaban las once de la noche y salía de mi casa después de cenar y primero me iba a un bar de la calle León y escuchaba música bebiendo cervezas y después sobre la media noche pasadas quedaba con un par de amigos y nos íbamos a una discoteca de la Feria de Muestras y allí empezábamos con las copas hasta las dos de la mañana y cuando salíamos de la disco nos íbamos a los pubs del centro de Pucela y de la zona Paraíso y La Antigua y seguíamos tomando copas y acabábamos en un after del Cuadro y quizás desayunando por ahí, en total me gastaba cerca de las 8000 pesetas y llegaba a mi casa y me acostaba a las siete o a las ocho de la mañana y a veces a las diez de la mañana y me despertaba a las cuatro de la tarde para comer un poco y al día siguiente me iba al cine o leía un poco y no salía de fiesta pero sí que me tomaba unas cañas antes de entrar y salir del cine y a veces quedaba con alguien para tomar un café en la mayor parte de los casos con una chica. Y así pasaba los fines de semana de fiesta en fiesta menos cuando tenía que trabajar de relaciones públicas en el bar, momento que aprovechaba para seguir bebiendo todo lo que podía y así iban pasando los años, de fiesta en fiesta, de bar en bar, de discoteca en discoteca y ya tenía 28 años y me preguntaba qué quería hacer con mi vida y si iba a seguir siempre igual o en algún momento podría cambiar y tomar otra dirección.
Fue entonces cuando empecé a escribir más en serio, ya había ganado algunos concursos populares de literatura e incluso un premio importante regional y entonces comencé a pensar si no podría convertirme en un escritor de novelas a la vieja usanza y vivir de la literatura mientras seguía escribiendo poesía e intentando publicar en una editorial importante, lo que siguió luego fue una etapa muy bohemia y creativa en la que yo trataba de expresar más y en la que quizás no salía tanto ni tan a menudo y en la que cambie mi recorrido alcohólico por la ciudad y me volví una persona más bohemia con amigos literatos y escritores y pensé que podría seguir así toda la vida, con la ilusión de que podría ser alguien en el panorama literario español y si no un genio incomprendido. Pero al final todo se convirtió en una excusa para beber, para beber más y hasta altas horas de la madrugada y llegó un tiempo en el que ya ni escribía.
Tomaba y dejaba los estudios universitarios según me diera la ventolera y atravesé grandes periodos de soledad pero no de creación.
Hasta que llegó un día en el que nada tenía sentido.
Luego todo cambió (imponderables): me eché una novia y me fui a vivir a Madrid 8 años pero yo quiero hablar de lo que sucedió antes, cuando nada tenía sentido.
Perdí a mis amigos, dejé los estudios y ya tampoco leía ni escribía y veía muy poca televisión e incluso dejé de ir al cine.
Nada tenía sentido y yo me echaba a la calle completamente solo y me pasaba horas enteras vagando por ahí, de bar en bar, de barrio en barrio, bebiendo y mirando a la gente sin decir nada, no hablando ni con los camareros.
Toda esa etapa en la que nada tenía sentido yo tuve los cuidados de la noche, la noche fue mi compañera y a ella le debo no haberme vuelto loco, la noche me adoptó y me cuidó y yo bajo un manto de estrellas y la redonda luna, deambulaba perdido por ahí y sin embargo era feliz.
No quería nada, no pretendía nada, simplemente era humilde. Era humilde y me dedicaba a observar la vida, no a vivirla. Me dedicaba a una vida contemplativa de ocio y de no hacer nada y sin embargo fui muy feliz.
Los cuidados de la noche me procuraban paz y armonía y sentía su energía benéfica cómo nada ni nadie ha podido sentirla jamás y de ninguna manera eso se tradujo en poemas, ni escritos, ni cuentos ni novelas. Fue todo para mí y lo expresaba dentro de mi propia alma para mi mismo, yo era mi propio público y mi propio personaje y me sentía dichoso y en calma porque que nada tuviera sentido era lo que le daba sentido a las cosas.
Ahora que todo está del revés y las personas le encuentran sentidos escondidos a todos sus actos y parece que todo sucede porque así tiene que suceder y que el mundo está ordenado dentro del caos, ahora que todo para la gente parece lógico y razonable dentro de un significado, yo quiero recordar aquel tiempo en el que la falta de sentido se convirtió para mi en el sentido que no encontraba.
La humildad se convirtió en mi divisa desde aquel tiempo y mucho más tarde la gente me recordaba cómo aquel chico siempre bueno y humilde sin pretensiones ni ínfulas que nunca se daba importancia y siempre tenía un bello gesto y una buena palabra para los demás.
Todo el mundo procuraba mi consejo y mi compañía y yo creo que fue a partir de los cuidados de la noche que me hice sabio, de alguna manera yo había sido puesto a prueba en maduración y había salido victorioso de mi recogimiento interior y desde aquellos días fui una luz y una guía para los demás a los que nunca dejaba de admirar y de alguna manera de inquietar para despertar sus adormecidas y rutinarias conciencias de ellos mismos, desde aquellos días fui un maestro para todos y algo había en mi, una mirada del otro lado, que movía y despertaba el interés.
Ahora ni siquiera puedo decir que estoy abajo en el organigrama social porque para eso tendría que tener un trabajo remunerado, ahora ni siquiera decir puedo que pertenezco a lo más bajo de la sociedad porque para eso tendría que estar cotizando dentro de un trabajo para la sociedad y ahora ni siquiera puedo decir que soy clase baja porque no tengo clase ninguna ya que no tengo trabajo ninguno y no hago nada más que colaborar para ganar 20 euros a la semana con unos asuntos de Internet con los que gano lo suficiente para comprarme unas latas de veinte céntimos al día en el super mientras mis ancianos padres me dan cobijo y techo...¡Tantas horas de fiesta, tantas horas de juerga en mi vida, tantas horas de diversión y ahora nada! ¡Ahora no soy capaz de ganarme la vida y mis ancianos padres que tienen 84 y 92 años me mantienen en un precario piso de la Huerta del Rey, mientras yo gano sólo 20 euros a la semana escribiendo chorradas por Internet! Con ese dinero me compro latas de cerveza todos los días, las de veinte céntimos, y me emborracho en el parque...Todos me dicen que debería pedirme una paga o una pensión pero yo quiero ser un parásito, yo quiero trabajar y aunque mi trabajo de escribir subnormalidades por Internet sólo me da 20 euros a la semana, no deja de ser un trabajo con el que ya no le tengo que pedir dinero a mis ancianos padres para que me paguen los vicios! ¡Hace mucho tiempo que dejé de fumar porque no me lo podía permitir pero no he dejado de emborraccharme con cartones de vino Don Simón en el parque a un euro el litro!
¿Por qué no acabaría mis estudios universitarios? ¿Por qué no seguiría trabajando de relaciones públicas para los bares? ¡Tanta literatura y tanta bohemia y tanto libro para acabar en nada! ¡Para ser pobre! ¿Y qué pasará cuando mueran mis padres? Mis hermanos venderán la casa y me llevaré algo de dinero para vivir de pensiones durante algunos años y luego...a los servicios sociales con más de 50 años y sin haber trabajado en nada más que en la noche, en los bares o en la fiesta...¡Menos mal que vendrá una tercera guerra mundial pronto y moriremos todos, de otra forma no sé qué va a ser de mi!
Ya tengo 40 años y ésto veo que no tiene solución, ni el país, ni el mundo. PERO YO NO LE HECHO LA CULPA AL GOBIERNO DE MI SITUACIÓN y todo lo que tengo me lo merezco por haber sido un vago...pero es que yo...¡Era un artista!
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