Profundamente en el sentido de que no podía sentir de otra forma, en aquella fiesta de ranas bienpensadas y herederos estúpidos, quizás cuidados todos y quizás alejados de una realidad y yo detrás de ella colgado de mis prejuicios y un poco tenso.
Los inventos de la época en la que España tenía dinero fueron mecheros de anillo o anillos mecheros. La gente tenía un anillo que era un mechero y se daba importancia con ello, no costaba 3000 euros, costaba 400 euros.
--¡Buenas tardes a todos!--dije al entrar en la estancia, pero a nadie le caía bien.
Jugadores de rugbi de provincias procedentes de las clases burguesas con crímenes a sus espaldas y malos modos y ya cuarenta años. Con muy buena ropa de marca y zapatos muy limpios , los exjugadores de rugbi de provincias formaban una buen sociedad que los entendía y los asimilaba por su ferocidad y su violencia. Dos de los presentes se libraron de cárcel por los pelos, yo los conocía a todos y no me caían bien pero ellos sabían que yo tampoco les caía bien a ellos. Ninguno éramos trigo limpio y unos pensábamos de los otros mal y con prejuicios pero en cuanto empezamos a beber se diluyeron los prejuicios.
Salimos al jardín en esa tarde soleada y fuera del club de vacaciones veíamos a las chicas del novedoso e incipiente grupo de rock del terruño hacerse fotos encima de un árbol con las telas de las persianas desplegadas y envueltas en círculo asemejando papel cartón. Las fotos eran buenas.
El machismo de los años setenta era lo que nos había salvado a todos, el culto a la ferocidad y a la valentía y en cierto grado a la violencia era lo que nos había salvado a todos e incluso pude llegar a comprender que algunos de los presentes, y no siempre los mejores, se habían hecho policías.
Hablé con un chico cuya familia tenía muchísimo dinero que se encontraba departiendo con una chica cuya familia había tenido muchísimo dinero, comprendí que los dos eran ricos venidos a menos y que por eso estaban juntos, quizás--tal vez me equivoque--casados.
Él me pidió fuego y yo le encendí el cigarrillo aplicando la llama de mi anillo mechero, de moda entre todos aquellos que querían aparentar riqueza, yo en aquellos tiempos no podía ser menos.
Cuando llegamos al salón las chicas se pusieron a un lado y los chicos a otro, cómo si fuéramos a bailar. Pero nadie bailaba, todos ponían cara de póker y pose de tipos duros.
La madre de uno de ellos estaba loca y cuando se emborrachó completamente orinó sobre la alfombra y se metió una raya de coca, ya casi de madrugada salió al jardín completamente desnuda y se sentó sobre una silla de plástico. Me pareció que unos pajaritos verdes formaron un tapiz para cubrir su cuerpo, pero sólo fue una ilusión por lo que me estaba metiendo.
Lo más masculino que se podía hacer en aquella fiesta era no dirigirle la palabra a ninguna chica, cosa que yo hice pero por timidez, y también estar fumando mirando al suelo contestando a las conversaciones con monosílabos, ser hablador era cosa de maricas.
También recuerdo que otro de los inventos que había en España por aquella época era una pastilla de nuez que se mezclaba con una pastilla de chocolate, a simple vista parecían dos chocolatinas pero distintas: una era pasta de nuez y la otra puro chocolate, y había que tomarlas juntas. Los chicos duros sólo tomaban la chocolatina de pasta de nuez.
Yo no dejaba de dar fuego a todo el mundo con mi anillo mechero.
Cuando llegó la crisis fue lo primero que empeñé en el cash-converter junto con mis aparatos de radio y algún ordenador, el club de verano cerró porque ya no tenía clientes y los chicos del rugbi se hicieron habladores y buenos conversadores y se casaron y tuvieron hijos y ahora son unos calzonazos que hacen todo lo que les dice su mujer, excepto alguno que, efectivamente, acabó en la cárcel.
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