1
Desde que no te tengo abrazo sombras de silencio
y mi cerebro baila sin sentido,
siento en mi pecho culebras y lagartos
y en mis manos, nieve.
Una tenaza al cuello y a la espalda,
silencio sobre las tibias azucenas.
Puedo dejar de amarte y no sentir,
hundirme en la mar y no sentir,
arañarme la cara y no sentir,
envenenar mi cuerpo y no sentir.
Y si aún no consguiera dejar de amarte
volvería a vivir de nuevo lo vivido
para vivir de nuevo la esperanza.
Puedo parar un reloj pero no puedo detener el tiempo.
2
Estás hecha de nubes de tormenta
de las criptas vacías de los pájaros
de temblor en tierra húmeda y revuelta
y del negro eternizado por el rojo.
Sobre tu templo sagrado y misterioso
bebo la sangre de tu atardecer,
mujer del otro lado del otoño
y fría soledad.
He visto charcos secos en las esquinas de tu alma
y una lluvia muy sucia que quiebra los sentidos,
hay una bruma triste penetrando
nuestras dos siluetas clavadas en el tiempo.
Somos sombras chinescas proyectadas
en un sólido vacío que no existe.
3
Los ojos cierran ventanas,
el cuerpo quiere abrirse cómo el agua,
o cómo la voz del agua entre las piedras.
Atrás toda la vida y la esperanza
empuja a la ablupción.
El baño nuevo
es cómo el cuerpo de una mujer.
El cuerpo de una mujer
es cómo una habitación vacía
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