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lunes, 11 de febrero de 2019

UNA HISTORIA DE AMOR

Miraba la cara de ella mientras se expresaba y movía los dientes dentro de su boca, sus palabras salían para decirme con un sentimiento cada una y a veces con varios. Unos labios rojos y gruesos muy sensuales se destacaban sobre su cara y sus pequeñas naricillas respingonas le daban a ella un aire muy pícaro que me gustaba. Cuando la dije que me quería acostar con ella se puso completamente roja y entonces recordé a un anciano con gabardina negra que se acercaba a mi espalda en los urinarios, entonces recordé a ese anciano con gafas de culo de vaso y expresiones bastante difíciles de entender. Se concentraba en las paredes de aquel bar un zumo agrio y amarillo que me encarcelaba en las palabras que latían con prisa. El recuerdo voló a aquella vez que un hombre con una voz profundamente desagradable discutía ante nosotros por la tutela de su hijo con la que sería su exmujer en un bar de pintas negras. Entonces ella rozó sus botas de cuero la una contra la otra, se sentía incómoda, incómoda y excitada. Mi pensamiento quedó invadido por soledades de otras épocas pero no me sentía triste simplemente estaba haciendo aquello que tenía que hacer y no encontraba las respuestas adecuadas. En cierta manera la mesa en la que estábamos recordaba a la mesa de una cocina y la foto de un torero detrás de nosotros en aquel bar de cervezas servidas en copas de cristal muy fino, no era la más apropiada. Sin duda, cómo luego acerté a comentar, había elegido aquel bar por los cristales finos de las jarras de cerveza y por su gran capacidad alcohólica también, pero aquella fotografía de un torero al fondo en rojo y amarillo y aquellas mesas de cocina no eran el entorno más adecuado para declararla mi amor.
Le comenté entonces que había leído que era Achanaitra Hasta en el horóscopo hindú y que mi destino era escribir historias de hadas, ella sonrío porque le gustaba la historia aunque pensaba que no era cierta, pero cierta lo era.
Empezamos hablar de los eclipses del mes de enero, de lo mal que le iban a todo el mundo las cosas después de los eclipses del mes de enero y a mí empezó a dolerme la espalda.
Luego ella dijo que llevaba un año o año y medio sin hacer el amor con su novio, no porque no sintiera deseo por él sino porque ya no sentía deseo.
Intuí que era verdad lo que decía.
--Sobre todo me da pereza acostarme con un hombre, tener que depilarme, tener que bajarme las bragas...
Me hizo gracia su sinceridad, hay formas de entender que el sexo realmente es pasar un poco de vergüenza, entender que todo el mundo tiene inhibiciones. Pensé si a mí me daba pereza acostarme con una mujer, tener que bajarme los pantalones, tener que sacar el canario a pasear. Realmente no me daba pereza, pero tenía consistencia lo que ella me trataba de decir, que en el fondo éramos dos desconocidos, que no tenía conmigo la confianza suficiente.
Ella me gustaba porque era la única persona que conocía que cuando la decía que en unos meses estaríamos viviendo una guerra civil en España y una guerra mundial en el mundo, me creía completamente.
Y nos daba a los dos igual.
Tenía ganas de volver a trabajar con la madera, tenía ganas de volver a ganarme la vida como ebanista, la literatura no acababa de llenarme y no sabía bien por qué, me parecía que era estarle contando una mentira a la gente que vivía vidas de mentira y que buscaba en la literatura algo que fuera verdad sin saber que se estaba encontrando con una mentira más. Además no me gustaban los escritores, los encontraba muy engolados y endiosados y por eso no me gustaba mi personalidad de escritor que la consideraba soberbia y vanidad...¿Y además a quién podía importarle?
Recordé entonces aquel viejo que se acostaba con una prostituta en el cuarto de al lado, la chica se moría de asco haciéndole una felación y se paraba para vomitar de vez en cuando mientras el anciano la decía: "Venga bonita, que ya te queda poco" Creo que recordé aquello porque ya era plenamente consciente de que las prostitutas están todas trabajando forzadas y pasan todas por un horror y sólo te pueden relatar historias espantosas. Volver a la droga tampoco era una opción así que creo que no me cabía más remedio que dejar pasar unos meses y volverlo a intentar de nuevo pero no con otra chica, con la misma otra vez, hasta que dé resultado. No sé porque pensaba que ella me rechazaba porque hacía mal tiempo y no quería quitarse la ropa para pasar frío, verdaderamente intuía eso y pensaba que estaba en lo cierto, así que sólo me cabía esperar a que hiciera buen tiempo, a la primavera, al verano.
Al salir del bar ella me dio un abrazo y se desabrochó el abrigo para que pudiera ver sus grandes pechos pero sus tetas me parecieron bebés recién nacidos aplastados y me dio una paranoya importante, así que la cogí por la cadera la acerqué hacia mí e intenté besarla pero ella me rechazó.
--Estás muy raro hoy--me dijo--, y luego fue ella la que me besó.
Quería mandar ella, quería tener la iniciativa ella, cuando ella quisiera le pondría los cuernos a su novio, cuando a ella le apeteciera echaríamos un polvo, es lo que hay.
Luego pensé que los pelos de mi barba eran muy finos y ralos, barbas de enfermito, barbas de mendigo... y luego pensé que ella se quedaba mirando los pelos blancos de mi barba pensando que era un hombre desgastado y muy mayor ya, pero creo que eran todo imaginaciones mías. Me dijo que Robert Reford tenía ya casi ochenta años y no entendí bien a qué venía eso.
Después me contó una historia sobre sus vacaciones en Ibiza que tenía veinte años.
Comprendí que ya estaba borracha.
De repente pensé que podía follármela aquella misma noche pero que no tenía condones, así que tenía que encontrar una farmacia.
--¿Sabes una cosa? --le dije--He dejado de fumar y tengo que comprarme chicles de nicotina en una farmacia.
--Pero si estás fumando...¿Quieres ir a una farmacia a comprarte condones porque te piensas que te vas a acostar conmigo?
Es curioso pero no puede responder más que de manera afirmativa.
--Sí.
Entonces ella se río pero su risa era fingida y ruidosa, una risa impostada como de hiena que acabó luego en tosidos y estornudos que yo creo que eran fingidos también.
--¡Genial, vamos a comprarnos condones!--dije.
--Hagas lo que hagas hazlo después de que nos tomemos una copa.
Y nos metimos en otro bar.
Con las prisas no nos dimos cuenta de que nos habíamos metido en un pub de gente rica, el local se llamaba "El Oxford" y por las lucecitas rojas me hubiera parecido un puticlub, cuando dos trajeados ejecutivos dejaron el abrigo en la mesa al lado de nosotros adiviné que mi amiga quería mangarles la cartera y recé para que no pasara nada malo, gracias a Dios los fulanos retiraron el abrigo a tiempo y para aliviar la tensión del momento se pusieron a hablar con nosotros pero de auténticas tonterías hasta que mi compañera interpretó que le podía convenir tener una amistad con aquellos tipos y empezó a seducirles poniéndoles ojitos y todo era muy cutre ante todo porque nos habíamos pedido una copa para los dos, una copa de balón que estábamos compartiendo.
De repente me picó todo el cuerpo y pensé que tenía piojos, garrapatas y pulgas y que además me iba a coger una infección en ese bar y quise marcharme de allí y cómo no pude dije que salía a fumar un cigarrillo y mientras me rascaba vi como ella le daba su teléfono a los ejecutivos y se despedía de ellos entre carcajadas y besitos cerca de la comisura de los labios.
Nos miramos los dos profundamente y nos sentimos muy mal los dos con nosotros mismos y para compensarlo elegimos el bar más rancio que pudimos encontrar y cuando vimos uno que vendía alcohol a menores nos quedamos allí tomando cachis de vino y Cocacola entre la algarabía de los chavales que parecían indicar con sus gañidos que el mundo se había ido definitivamente a la mierda.
--"Al que tiene se le dará más de lo que tiene, pero al que no tiene se le quitará incluso lo que tiene"...¿Qué crees que esta frase quiere decir?
--No sé.


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