De repente otra vez distinto otra vez,
otra vez el mismo que es distinto.
La escombrera ha crecido al calor de lo dicho, de lo hecho
en las entrañas de una felicidad extraña que actúa y lleva
pero no con los mantos de una luz hacia el cadalso frío
no con los pies descalzos en la tarima del fin del mundo,
un gorgojo abotargado tiene mi cara
mientras recojo mis despojos funestos que también han crecido
en otra oscuridad
de escamas y semillas, de procesos y luchas.
No consigue atardecer el espejismo de papel chato,
el rostro está jalonado de pequeños cochambrosos huecos,
surcos y pestilencias,
el resto de la fábula del suero está en los medios del espantajo,
la ciudad es una tragedia,
el horizonte es oído.
Los trabajos y sus fondos oscuros
donde los pensamientos acaban
la mitad tenebrosa que somos
cuando asoma y aclara y también apacigua,
los días que se alejan se despliegan como flores difuntas.
