EL DÍA EN EL QUE A TODO EL MUNDO LE DOLÍA LA RODILLA DERECHA
La mente incisiva que aparece y desaparece
por los tejados dormidos de los goznes del sueño
y construyendo su aparato que basta
en un pasillo que se hace ciénaga,
en un marcado sol de lluvia que se esconde
tras el gasto mental de hacer y de pensar
en una salida en un serpentear,
en las manos idiotas que cuentan
reflectando sus dones y transportándolos
con criba marcada, ceño marcado, paso marcado.
Miradas de arriba a abajo repiquetean
entre anillos seguidos de cerveza
la acidez de las flores de luto,
los que a las cinco de la mañana se despiertan,
los que al final encuentran algo que les apasione
en la habitación cerrada, en la condena de los días
mientras los jugos gástricos espumean en los difuntos
y arrasados los pueblos cambian la calidad del día.
Temas que nos acogen, drogas pesadas,
compañía de los trabajadores. Ojos dorados que antes eran negros,
Quesos de sanguis...
Saludos entre cigarrillos, deudas y cobros,
pactos de oro, calvos con barba dibujados en las botellas, bollos preñados, dulces de diciembre,
Hojas grapadas, sueños recordados, abrigos para el frío,
gente sin pasta que se juega la pasta que no tiene,
ojos imbéciles que giran mientras sus miradas te tatúan,
espécimen de lo que eres sometido a tu propio estudio,
las comidas a las tres y media, desayunar descalzo...
Subir en coches que no arrancan, tráfico entre las luces azules y rojas... Narices de gorrino, muslos apretados en mallas negras.
Objetos para colgar en una camisa de siete pavos,
cuidadoso en el trato con tus vecinos,
gente que por la noche sale a correr.
Para la obra con amistad y sueldo no hay ni Dios.
Más difícil y más deprisa, con la cerveza acabada a la una,
el centro visual en un tiempo que se puede convertir en menos tiempo el mes que viene,
estar vivo ya es un logro,
mujeres acostumbradas a que las traten bien.
Domingos en el oído superados por la imaginación y las pintas,
palabras que sacian, vestidos de blanco para las buenas maneras,
lobotomizar la careta del vicio con granadas que explotan cuando hablas
y no arrepentirse de la tabla que representa el hecho brutal
entre lolitas incontentables que no salen de pobres
con un fresquito por los que se quedaron con cara de bobitos enganchados a un Acuarios de naraja, gilipollas con sus tablas de skie hablando de la Nasa.
Manos interiores de uno a uno
con las almohadas cortadas y la casa puesta,
reflexiones de bar, atasco, sempiternas voces que ululean y se marchitan en coma mientras juran en piezas locazos comunes complicados esta semana,
pristina distinta de la elusion en el final que sube,
septicemia de voces en Cabezón para que no te aburras
con el enviado de Dios,
con la voz de lija y sus caricias póstumas que te manda las fotos
y lo decía para otro.
Me duele la rodilla.
Y a mi también.
Y a mí también.
Y a mí también.
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