Yo, el que soy. Y pasa el tiempo y salgo. Pasa el tiempo y salgo a la calle y en la calle estoy.
Ahora hay dos amigos con cazadoras baratas de mercadillo pero sin pasar frío, su cabeza está llena de vino con Cocacola y hacemos tiempos en la puerta de un bar, esperando a la gente con la que hemos quedado. Encendemos cigarrillos y hablamos, hablamos de todo un poco y estamos contentos, estamos felices porque estamos borrachos.
No quiero pensar que he sido feliz por fumar y beber pero he sido feliz por fumar y beber.
Pasa el tiempo y estoy sentado en una silla de madera y el bar también es de madera y al fondo está la playa pero no podemos verla y sólo vemos paredes pero sabemos que detrás de nosotros está la playa y alguien recita algo que no es un poema, alguien recita algo que es una canción de Barricada:
"Cómo actores secundarios
demasiado preocupados
en poner cara de tiernos
y llevar puesto el sombrero.
Aburridos, vaya generación.
Ser aburridos es vuestra vocación"
Pero lo mejor es lo que no dice, lo mejor es la parte del poema de Barricada, de la canción de Barricada que él elude, estábamos en 1991.
Entonces con nuestros cuerpos elásticos y nuestras miradas lujuriosas bebiendo mistelas cerca de la playa, emborrachándonos y había chicas con nosotros, las chicas eran siempre las novias de algunos, pero había chicas.
Y luego ya se hacía de noche, salíamos del bar y ya se había hecho de noche y las energías cambiaban, las energías cambiaban. Más violentos, más borrachos, más fríos y con conversaciones subidas de tono que eran casi discusiones y sentirnos felices así, en una vida sin compasión y sin humildad siendo unos jóvenes bárbaros. Y sentirse feliz así, llenos de fuerza. Una pandilla grande de chicos y chicas que caminan por el puerto y hablan y discuten y beben y se emborrachan.
Y luego termina el verano y vuelves a tu ciudad fría y provinciana y estás con otra pandilla de chicos pero todo es lo mismo, más alcohol, más bebida y más bares y caminar y caminar por las zonas de ocio y caminar y caminar por las zonas de marcha.
Y giran los pensamientos en la cabeza y las historias que nos hacen escarmentar.
Horas emocionado, horas de subidón y el ego saliéndose por los cuerpos...¡Seres poderosos por unos días!
Entonces no había tiempo que perder, son los años noventa. Entonces toda la vida estaba por delante, son los años noventa. Entonces el exceso, el lujo y el desenfreno, también son los noventa.
Nada sucedía por accidente, no existía la casualidad pero a veces había enfrentamientos y no podíamos soportar nuestra propia energía, arrojábamos la vida por la ventana, no parábamos y vivíamos al día, sin que hubiera un mañana, sin que existiera un mañana.
Muchos se quedaron al borde de la cuneta, muchos sufrieron o murieron por las drogas, muchos no quedaron en pie sobre sus propias ruinas humeantes.
¡El entusiasmo era la tónica, el entusiasmo por hacer cosas en un país rico y boyante que queríamos conocer, que queríamos recorrer! ¡Estábamos vivos y era estupendo!
Pero a veces pienso que todo este asunto fue un enorme error, no estábamos haciendo bien las cosas, nadie se estaba labrando un futuro para mañana pero ni hormigas ni cigarras ni una cosa muy gris, no nos dábamos cuenta de que no estábamos en ninguna parte, juguetes perdidos que escribían sobras en un diario.
¡Todo por nuestra culpa, aparecer y desaparecer y quitando a la vida al final todo lo que la hacía importante, en medio de informaciones terribles y mucha irresponsabilidad al paso que queríamos ser auténticos y éramos casi muñecos tirados en una habitación muy oscura!
No estuvimos más seguros una década más tarde, no tuvimos mejores oficios, mejores empleos ni mejores medios, nos sentíamos cómo si una mano negra y peluda nos hubiera timado.
Nos habían programado para una vida que no podíamos llevar, nos habían programado para una vida que no podíamos pagar.
Nos gustaba nuestra forma de pensar, siempre listos para la acción.
Esa cesta de regalos que fueron los años noventa al final se secó.
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