La novela de Salman Rushdie, Furia, es de lectura obligada para comprender los entresijos de nuestro tiempo y la psicología de las sociedades opulentas. La acción transcurre a finales de 1990, justo cuando el auge económico estaba disparado y todas las clases sociales prosperaban e incluso se hacían ricas. Un momento de la historia de la humanidad en el que el Poder Mundial dejó o permitió que fluyera la riqueza para todos a manos llenas. No hay que quedarse en la pequeñez de España o de Europa, pues si en España, con el gobierno de José María Aznar, todos éramos ricos, la situación se estaba repitiendo a nivel mundial. Es decir, vivimos una gran expansión económica--después llegó la caída de las Torres Gemelas y de ahí a pocos años la contracción económica, la crisis y la recesión y todo cambió, el proceso se había invertido--y disfrutamos todos de ella, los obreros de la construcción ganaban sumas astronómicas y los profesionales liberales millonadas y todo el mundo se compraba una casa o dos e invertía en bienes inmobiliarios, lo que dio lugar a la burbuja inmobiliaria y a su especulación posterior de la que se lucró todo el mundo, hasta que un día todo eso estalló y la gente no pudo seguir pagando la elevada hipoteca de sus viviendas y los salarios bajaron y mucho y los trabajos se fueron perdiendo. Pero esa historia no la conocemos en la novela, sólo conocemos un importante flujo de expansión económica en una ciudad que es Nueva York, donde el personaje de la novela, un viejo profesor universitario hindú jubilado, se ha retirado harto de tener que soportar a su trabajo a su mujer y a sus hijos y vive entretenido confeccionando muñecas eróticas mediante sus habilidades manuales.
Hasta que un día entra en crisis...
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