LA CRUZ DE LOS REYES DEL HORMIGÓN
Desde luego las exageraciones que nos comen
luego atienden la tienda que plantamos ante pies extranjeros,
colaboración que entona y que no es mala,
urracas buscando paracetamol y octalidón en su infancia.
Queda la pereza que nace envidiando
las flores incapaces de oler que ya no dan olor,
la farsa llega a la azotea de tu cabeza, zumba entre tus orejas,
tus espaldas quemadas por una luz muy fría a la que llamas el sentido común,
el sueño que hace trizas los vasos,
los que levantan su cabeza sin conocer su sino.
Viaje al caparazón de una música antigua que te acaricia.
Mollejas para merendar.
Todo es un proceso de los canales rocosos y el ancho mar,
por lo demás también es un juego.
La cruz de los reyes del hormigón,
la ducha fría del que nunca se sabe,
el que se guarda veinte euros para putas baratas,
el que vuelca su fantoche en la tarde llenándose la boca con las espumas,
el que es calvo y se pone un sombrero,
el que es bajito y pone alzas a sus zapatos,
las mujeres que se pintan los labios de rojo.
Perfumes en oferta,
Marujas cenicientas.
Punto de luz en el punto de luz.
Viaje de los sentidos.
Las eléctricas médulas.
Las divertidas asociadas del cristalero frente al colegio
y los que comen agradecidos delante de una foto,
aquel que quiso ser un buen torero y ya no te molesta más porque ya está borracho,
el que ganó el concurso de acordeonista en su pueblo y nunca se cansa de recordarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario