LA CIUDAD DEL PÁNICO
Soy parte de la hierba,
nadie me puede matar.
Fábula que torna caldero mágico.
Dedos que entran en la espuma y abren los días.
La casa de la ventana que te ve entrar.
Cansado o no, enérgico o no.
Cambiante con aquello que veo.
Aceptación de la incredulidad de la gente ante el sueño en que se ha convertido tu vida
y que no te ha traído nada,
ni un cuchillo ni una pistola ni otro juego
que se apaga en el asesinato misterioso que se llama fuera de la moda
y que no es exacto ni en la mente de Alberto ni en su sintaxis.
Unos pocos locos podrían resolver este problema
incluso desde los asientos de sus coches.
Martinis en tarimas de maderas oscuras.
Para qué variar.
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