¿Quién me sacará del reino del espanto? ¿Quién se comerá mi corazón muerto? ¿Quién alimentará su memoria con mis recuerdos?
Digo algo pero la pregunta es después y señala al vacío donde se encuentra todo.
Una plaza sucia de adoquines rotos y sueltos y un bar desde luego nada atractivo atendido por un camarero homosexual espigado y con pendientes en las orejas, un lugar cutre del entorno radical de finales de los ochenta, pero que a mis dieciséis años representaba una aventura, representaba adentrarse en el submundo. La dueña era una vieja enjuta y odiosa hundida en un pozo de rencor. Las bebidas eran vinos mistelas muy fuertes y dulces, que te ponían siempre dolor de cabeza. Estar en ese sitio era como vivir un castigo pero a mi amigo Manu y a mí sencillamente nos gustaba porque era el típico bar en el que unos chicos como nosotros no tendrían que entrar nunca. Algunos ancianos que frecuentaban el bar nos miraban con desconfianza y miradas de reojo y cruzaban siempre con nosotros unas palabras secas y austeras.
Los restaurantes chinos con música oriental eran también estar en otro mundo, estar muy lejos de la ciudad. Éramos estupendamente atendido Manu y yo por una mujer pequeña y asiática.
Esa amistad con Manu a mis dieciséis años, en un ambiente literario y cultureta con mucho neorrealismo italiano y cosas así pero luego con morro de cerdo en los bares. Ése nunca poder salir de un entorno inminentemente agrario hasta que treinta años más tarde ves el blog muy ilustrado de un chaval que nació en Pozal de Gallinas y todo en esta línea, el crecimiento cultural estaba programado y había sido para todos, el hijo del jornalero siempre estaba con un libro en las manos y con nosotros iba a mirar cine de autor. Se quiso que fuera así, una ilustración para todos pareja al desarrollo economico, la España de finales de los ochenta, mis años adolescentes a los que no se adaptaron los que preferían la droga. Era droga o ser un cultureta, yo también lo entiendo.
A finales de los ochenta inventaron el vídeo Beta y la gente alquilaba películas de vídeo en las tiendas, la televisión tenía sólo dos canales y no existía internet todavía ni el canal satélite y si querías ver una película en tu casa era muy buena opción tener un vídeo. Yo tendría a principio de los ochenta unos catorce años cuando las primeras remesas de vídeos llegaron a España, no eran nada baratas y sólo una clase media ciertamente acomodada se podía permitir tener visualizadores de vídeo y fue por éso por lo que en la culturización de las clases obreras se pusieron de moda los cineforum y se proyectaban muchas películas en centros cívicos para paliar un poco esa brecha tan grande que había entre los que tenían un visualizador de vídeo y los que no, tendríamos que llegar todos a principios de los años noventa para que en casi todas las casas de las clases sociales más desfavorecidas hubiera un visualizador de vídeo, cuando se popularizaron los precios, pero en los diez años anteriores los menos afortunados se buscaban un amigo pudiente que tuviera un visualizador de vídeo en su casa y poder así ver una película que no dieran en la tele y en la televisión ocurría siempre que habiendo sólo dos cadenas si echaban una película potable sencillamente la veía toda España, toda España a la vez. Y lo mismo ocurría con las series, si una serie televisiva era buena toda España estaba pendiente de ella, en parte porque valía la pena, en parte porque no había otra cosa.
Muchos años después me dedicaría al estudio del esoterismo, pensaba que era lo normal entendiendo la evolución de mi vida.
Al no existir internet ni las redes sociales a mediados de los ochenta recuerdo que sucedió una cosa muy curiosa: un virus llegó a la ciudad, era un virus que hacía que te doliera la cabeza y el estómago y que te afectaba psicológicamente pues te ponías de muy mal humor. Yo lo cogí y mis hermanos también y algunos amigos también lo contrajeron. Toda la población de la ciudad estaba afectada en mayor o menor medida por ese virus y se corría la voz de sus síntomas y consecuencias, gracias a Dios no era mortal y después de unas pocas semanas el virus como llegó, desapareció. No nos dijeron nunca nada ni en la radio ni en la televisión y era como si el virus no existiera y sólo te enterabas de quién lo tuviera partiendo de tu pequeño círculo con lo que siempre te faltaba información para tener un juicio coherente. Ya digo que el virus como llegó se fue y no pasó nada, la gente luego estuvo a otras cosas y ése fue el virus más fuerte que pasamos a mediado de los ochenta pero por otro lado cogerse gripes y diarreas era el pan nuestro de cada día, sobre todo en invierno y no pasaba nada, los virus eran considerados un asunto normal, corriente, y contagiarse era lo habitual: caer enfermo y luego sobreponerse a la enfermedad. Al no haber internet ni redes sociales no se creaba alarma social, no se creaban bulos tampoco y al no decir nunca nada ni la radio ni la tele se normalizaba mucho la situación y la gente vivía sin miedo, tal vez en medio de cierta ignorancia pero más feliz.
Recuerdo aquella escritora joven que empezaba su libro con el triunfo del partido socialista en España y como le pilla a su madre esa noticia en el metro dirigiéndose a su trabajo de limpiadora de oficinas. Lo que quería narrar esta escritora es que la política no es magia y que su madre no pudo salir de pobre por mucho que los socialistas gobernasen en España pero yo pienso que al revés puede suceder igual, que gane la derecha las elecciones y que alguien rico pues siga siendo igual de rico que cuando gobernaba la izquierda pues suelen ser personas con el patrimonio asegurado. Si algo bueno trajo el socialismo fue una especie de igualdad de oportunidades para aquel que con su trabajo y esfuerzo quisiera prosperar estudiando una carrera por ejemplo en una universidad pública y gratuita como las que se crearon, pero tiene razón la joven escritora del libro al que me refiero. Esa situación sólo se produjo en las generaciones mucho más adolescentes que tenían un futuro de igualdad e inclusión por delante, porque sus padres y sus abuelos se quedaron igual: no salieron de pobres. La política no es magia, implica un proceso y ciertamente un proceso que además exige tiempo, sacrificio y esfuerzo. Prosperar no fue tan fácil para todos como así se ha querido vender, no fue Jauja de ninguna de las maneras posibles que ganaran los socialistas las elecciones aunque hubieran existido intereses para hacernos creer que ésto realmente había sido así. Las estadísticas están ahí y quizás arrojen alguna luz. Cuando ganaron en los ochenta los socialistas las elecciones la clase media no llegaba ni al doce por ciento pero era muy rica y muy bien situada cuando entonces las clases populares eran más del setenta por ciento. Pues bien, de este setenta por ciento los hijos de los obreros y los jornaleros que estudiaron gratis para prosperar en las universidades públicas tengo entendido que fueron un treinta y seis por ciento y aunque un treinta y seis por ciento de un setenta por ciento fueran mucha gente sólo uno de cada cuatro estudiantes matriculados en la universidad concluyó sus estudios con éxito y de estos licenciados no encontraron trabajo de lo que habían estudiado ni una cuarta parte y a muchos se les hizo necesario emigrar. En otras palabras, lo que sucede es que el número de pobres que han prosperado en España gracias a las políticas de igualdad social no alcanza ni a las 250.000 personas, haciendo un cálculo aproximado y el precio a pagar de todo ésto fue al final que ese doce por ciento de clase media y adinerada dejó de serlo, perdió capacidad adquisitiva e incluso prestigio y con el tiempo en algunos casos hasta se vio en precario y al final del camino de todas las políticas de igualdad todos fuimos más pobres a excepción de esos pocos miles de estudiantes de las clases populares que prosperaron pero concentrados el grueso de ellos en capitales como Barcelona o Madrid pues se puede decir que en Andalucía y Extremadura nunca hubo tal progreso y en Castilla o Galicia por ejemplo sólo en parte y en el resto de las comunidades en mucha menor medida. La comunidad en la que hubieras nacido también determinaba tu progreso o empobrecimiento pues no en todas partes fue igual ni sucedió lo mismo. Finalmente sucede que la gente que realmente ha prosperado en España vive en el extranjero, dónde quizás pueda gozar de unos privilegios que en su país no pueda ni soñar. Pero le sigue gustando al español vivir en España hasta el punto de que en ningún otro lugar puede ser completamente feliz. No es sólo otro idioma, nos cuesta mucho adaptarnos y sobre todo cumplir normas.
Al final comprendí que en esta vida todos queremos estar unidos, todos queremos buscar una trascendencia. Fue quizás por éso que me dediqué al estudio del esoterismo, con bastantes buenos resultados.
Recuerdo a mi amigo Yimi con dieciséis o diecisiete años, allá a mediados de los ochenta. Todos sabíamos que salir con una chica significaba matrimonio y matrimonio significaba tener hijos. No podías hacer el amor con una chica a no ser que te fueras a casar con ella para tener hijos y formar una familia y después siempre de algunos años de noviazgo podrías al fin hacer el amor con ella siempre que su familia y ella misma tuviera muy claro que te ibas a casar. Se le llamaba entonces tener relaciones prematrimoniales y estaban mal vista pues el sexo sólo podía existir después del matrimonio. No sólo era el peso de la religión católica en España sino que era la influencia de toda la sociedad y el que no fuera creyente ni de iglesia le daba igual porque tenía que pasar por lo mismo. Yimi entonces se volcó en el consumo desenfrenado de pornografía.
Entonces no había internets ni vídeo ni canales satélites para ver porno ni deuvedés y entonces el único contacto con la pornografía eran las revistas que se vendían en los quioscos y no había más opción pero revista como Lib o Penthouse sólo mostraban el pecho de las mujeres y nada más, si querías algo más fuerte ya su consumo era completamente marginal y no tenían todos los quioscos revistas de ese tipo. Yimi indagaba en todos los comercios donde encontrar revistas de alto voltaje y a veces los encontraba. Pero los lugares donde se vendía mercancía de este tipo estaban muy señalados o solían tener problemas de acaparamiento y distribución y a veces simplemente se impedía que llegara el género. Había siempre una Liga de la Moral en la ciudad velando por las buenas costumbres. Todo éso duró diez años o poco más, la invención del visualizador de vídeo consiguió que si quisieras te pudieras alquilar alguna peli porno. Y vuelta la burra al trigo: no todos los comercios de alquiler de películas de vídeo veían bien alquilar películas porno y si te interesaba el tema tenías que recorrerte toda la ciudad.
En mi niñez a principio de los ochenta observé un fenómeno muy curioso: los profesionales liberales eran sencillamente ricos y así un médico, un notario, un ingeniero, un arquitecto o un perito o cualquier otro tipo de profesión liberal, te proporcionaba muchísimo dinero, para ti y para tu familia en una economía en constante crecimiento y con una casa humilde costando unas 400.000 pesetas cuando éso era lo que podía ganar al mes un dentista o un abogado. Lo que produjo todo ésto fue que los hijos de los profesionales liberales tuvieran la vida resuelta sin necesidad de hacer nada, pues podían vivir holgadamente del dinero de la familia y así fue como comprobé en hermanos mayores de compañeros y amigos que por ejemplo el hijo de un médico se conformaba con ser un simple auxiliar o un ATS pues ya su padre le compraba una casa o le daba dinero para una vida de lujo y el simplemente se dedicaba a disfrutar de la vida pero teniendo un trabajo o una ocupación no demasiado relevante aunque con el cómodo colchón económico familiar detrás y así fue como muchos optaron por casarse jóvenes y ser completamente independientes y holgadamente vivir su vida sin pasar por los cinco, seis o nueve años que les hubieran supuesto cursar estudios superiores para obtener al final un dinero que ya tenían de todas formas. Funcionarios de la clase c, auténticos chupatintas, graduados sociales o escribientes fueron al final hijos de importantes notarios o jueces, que no querían complicarse la vida con sofisticados estudios que les exigían un sacrificio y amparados por el patrimonio familia también se casaron jóvenes, dispusieron de casas y herencias y se conformaron con una baja ocupación pues asegurado tenían su futuro por el entorno familiar. Un simple medio de vida, incluso humilde, les servía más que suficiente para desempeñar una actividad administrativa mientras disfrutaban del patrimonio y dinero de sus padres viviendo sin complicaciones.
"No te gusta el colegio porque quieres ser el profesor" me decía mi padre y lo cierto era que siempre encontraba alguna forma de demostrarle al profesor que yo era mucho más listo que él. Mi estrategia era siempre hacer trabajos para subir nota y le dedicaba a investigar en bibliotecas públicas y a recopilar todo tipo de información. ¡Me convertí en una rata de biblioteca desde los siete años pero yo no era ningún supedotado mental, simplemente tenía mucha soberbia! Por creerme tan listo y enfrentarme siempre a los profesores tardé diez años en acabar el colegio y ocho años en concluir el bachillerato. Y después de hacer el COU y la Selectividad con casi veinticuatro años me matriculé de hasta cuatro carreras distintas y no terminé ninguna y seguí investigando siempre en bibliotecas, leyendo y escribiendo y cuando se inventó internet hice uso de todo aquel caudal de información para arreglar el mundo desde mis blogs y desde mi canal de Youtube y llegué a tener 7500 subscriptores en mi canal de Youtube y luego medio millón de visitas en mi blog principal, pero llegué a abrirle hasta treinta blogs distintos para investigar según y qué distintos temas. A la edad de cuarenta años mi inteligencia era sencillamente descomunal y cuando cumplí los cincuenta no era sólo un simple maestro, era un guía de la humanidad.
Sigo sin entender sin embargo porque mis padres se llegaron a creer que yo era retrasado cuando era pequeño por mi exagerada introversión, por no querer hablar con nadie por no querer relacionarme con nadie y por ser exageradamente introvertido y vivir en mi mundo. Los libros eran mis amigos, las lecturas eran mi compañía. Desde luego que me pesó ser un niño demasiado intelectual, que no quería jugar con los demás niños, que sólo quería estar echado en la cama leyendo o escribiendo cuentos. Con el tiempo he llegado a comprender que igual sufría algún transtorno autistoide y padecía algún tipo de herida emocional. Huraño y extraño, mis abuelos me compraban juegos de construcciones para que al menos jugara con algo y porque podría perfectamente jugar a esos juegos solo, que era lo que quería.
En mi infancia en España en la década de los setenta observé un fenómeno curioso: el que no tenía un padre, tenía un abuelo o tenía un tío que era militar y el que no los tenía a los tres. Mucho después descubrí que ese fenómeno social se denominó "Hipertrofia de la clase militar" prácticamente en mi infancia cualquier hombre que tuviera más de cincuenta años era oficial del ejército.
A finales de los años noventa o más bien los primeros años de la década del año 2000 había una gran diferencia entre los españoles y el resto de los europeos y en un hotel de la costa del sol a mis treinta años de edad con mi amigo Java pude constatar esas enormes diferencias. Los españoles empezábamos de nuevo a empobrecernos después de una época de bonanza que nos pareció la bomba porque nunca habíamos vivido en lujos pero para el resto de Europa significó ser inmensamente rica. Sin embargo nuestra prosperidad como españoles no nos había hecho más educados sino más sinvergüenzas y sucios mentalmente pero en algunos casos incluso malos. La época de bonanza no nos hizo mejores y el dinero se fue para drogas y putas y coches veloces mientras que siempre nunca estábamos felices y satisfechos y queríamos siempre más y más y cuando este caudal de dinero empezó a cortarse se generó un rencor que se unía a no olvidar el enojo sufrido por penalidades de épocas pasadas que ahora parecían renacer y sin embargo el resto de Europa aún nadaba en la abundancia pero con moderación y buen tino y cierta mesura y clase y saber estar. Cuando Java y yo aparecimos en aquel hotel de la costa parecíamos ante los ojos de los extranjeros que había allí unos simples delincuentes y las parejas en edad madura temían por sus hijas veinteañeras y las llamaban a capítulo para alejarlas de nuestras miradas lujuriosas fruto del comportamiento enfermo y amoral que todos los españoles habíamos tenido en la época de los excesos y cuando por fin estalló la crisis nueve años después un escritor famoso dijo que todos estábamos deseando tener mucho dinero de nuevo pero para hacer exactamente lo mismo: putas y drogas y coches rápidos, vacaciones en la playa y bares todos los días. Ni habíamos evolucionado como personas ni habíamos aprendido nada y ciertamente la vida material no nos hizo mejores. Tardaría en llegar mucho después una cierta espiritualidad, apuntalada primero por la New Age en el 2012 por el cambio de conciencia y por los años que siguieron de austeridad después que nos mostraban a todos como ser felices con poco y cuando llegó una pandemia que significó muertes en masa la gente fue feliz por el simple hecho de seguir viva cuando veinte años antes no era feliz ni viviendo como una estrella del rock.
Tenía la costumbre a mis veinte años de salir todo el sábado de fiesta y ya cuando llegaban las nueve de la mañana del domingo sin pasar por casa me metía en misa de nueve y así tenía la misa hecha del domingo. Fui a misa toda la vida sin faltar ni un domingo desde pequeño hasta poco más de los veinticinco años y cuando dejé de ir a misa, la verdad, me marché por el mal camino y después de unos diez años metido en las drogas, las putas y el alcohol me hice sensato de nuevo y entonces volví a una espiritualidad sin templos buscando la conexión directa con Dios y también investigando otras creencias, cultos y religiones y finalmente buscando la trascendencia en la astrología y el Tarot y el funcionamiento misterioso del karma y el universo, con un poco de New Age por aquí, un poco de hinduismo por allá y un mucho de conocer las obras de grandes maestros espirituales que luego me llevó a enfrascarme en el estudio serio del esoterismo, filosofías extravagantes y controversiales buscando mi propia religión o mejor dicho inventándomela en un proceso muy creativo que me llenó de placer intelectual y me procuró una mayor seguridad en mí mismo. Por éso siempre cuento que un domingo a las nueve de la mañana que andaba yo resabiado porque mis condones habían caducado sin usar en mi cartera, que el sacerdote dio un sermón sobre condonar, pero sobre condonar la deuda del tercer mundo, que era ya para ellos impagable y por éso vivían en la miseria. Entonces tuve un sentimiento amoroso por los desheredados de la Tierra y me olvidé de mi frustración por llevar un tiempo largo sin poder mantener relaciones sexuales. Me acuerdo mucho de ello porque treinta años más tarde era mi país el que tenía una deuda impagable que no podía asumir y ya empezábamos a parecernos a tercer mundo. A veces pienso que si los países ricos hubiéramos hecho algo oportuno en su día por los países pobres, no hubiera llegado la pobreza hasta nuestras fronteras. Estas leyes espirituales también las investigué en su día y obtuve conocimiento, conocimiento que finalmente pude compartir por mis escritos en mis novelas y en mis blogs, incluso en mis poemas.
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