Desde que estaba estudiando el bachillerato tomé la costumbre de llevar siempre conmigo una libreta pequeña para apuntar mis poemas. Realmente lo que sucedió fue que esa manera de divertirme me llevó a aislarme mucho más, porque salía solo a beber y no por eso me sentía mal porque lo que quería era psicoestimularme para tratar de escribir un buen poema y todo éso al final aumento mi hermetismo y mi alcoholismo pero la década en la que estuve fumando hachís y marihuana la fórmula de drogarme para tratar de escribir un poema genial a la manera de Rimbaud y Baudelaire y Verlaine y de todo el simbolismo francés me convirtió en un poeta maldito pero también en un drogadicto. Engañarse a uno mismo con la idea de que tanto el alcohol como la droga me iban a convertir en mejor poeta produjo que escribiera obras literarias de bastante nivel pero también que destruyera mi salud. Entiendo ahora que esta bohemia parnasiana hizo que tuviera una vida en mi juventud más emocionante para cubrir el hueco que dejaba ser rechazado siempre por las mujeres por un lado y no caerle bien a nadie en parte por mi soberbia, en parte por lo extraño que era y en parte por haber tenido un carácter siempre serio, hermético y hasta antipático. Gracias a Dios y pese a todo siempre me esforcé por mantener un nivel ético y moral intachable que hizo al menos, junto a mi generosidad para compartir mi dinero con todo el mundo cuando me iba todo bien, hizo posible que tuviera pocos aunque buenos amigos. Mi sinceridad y mi honestidad y mi forma de ser desprendida me abrían al final todas las puertas pero pasado el tiempo, y después de dedicarme treinta años a la poesía, mi poemario no se vendió muy bien, quizás debido sobre todo a una cuestión territorial y de marqueting, y entonces me di cuenta de que había disfrutado en esta vida del trayecto, no del resultado; del viaje, no del destino.
Toda mi historia sobre el consumo de drogas es bastante extraña. Lo mejor de haber probado drogas pienso ahora es que me llevó a entender con facilidad cualquier aspecto del esoterismo. Sé que empiezo a consumir con 23 años hachís y lo hacía porque todos mis amigos consumían pero sin embargo dichos amigos ya estaban consumiendo desde que los conocí, no entiendo que me hizo decantarme por la droga. He llegado a pensar que de los dieciséis a los veintitrés años aunque mis amigos consumieran nos movíamos en una pandilla muy grande de chicos donde lo normal era no consumir pero en 1993 esta pandilla de treinta o cuarenta personas se redujo a un círculo pequeño de siete u ocho personas en las que todos consumían. Yo me quedé entonces en ese pequeño círculo con poco más de veinte años. Alguna vez me metí coca, una vez probé un tripi y luego también fumé marihuana. Así estuve consumiendo drogas de los 23 a los 33 años y siempre cuento que es una década pero quizás antes ya de los veinte años me fumara un porrito de vez en cuando, aunque no lo recuerde. Fue la etapa en la que escribí mis mejores poemas.
Lo que sucedió con la música jazz en los finales de los ochenta fue algo inquietante en España, realmente nunca hubo cultura jazzística por ninguna parte y de la noche a la mañana a todo el mundo le gustaba el jazz, son modas que vienen y van y por las que entramos todos y que a veces tienen un sentido, como ocurrió esta vez, y a veces no tienen ninguno. Fue antes jugar al cubo o a la culebrita, todo el mundo jugaba al cubo o a la culebrita en los ochenta y giraban todos las piezas para hacerlas encajar y se entretenía la gente así y llegó entonces a haber concursos hasta en la televisión. Pero en fin, que ha pasado del cubo y la culebrita 40 años y de la fiebre del jazz 30...Casi ya 50 años de la fiebre de los yoyós hechos con cinta métrica de embalar, todo el mundo tenía uno y luego ibas por la calle y veías a todo el mundo con su yoyó de cinta métrica de embalar de la misma forma que ahora ves a todo el mundo pegado a la pantalla de su móvil. Nos gusta ser todos iguales, nos gusta hacer todos lo mismo. Nos sentimos mejor y cuando viene una moda todos la seguimos por probar o por no ser diferentes. A finales de los noventa o a mediados, los calcetines de rombos que se tenían que ver y por eso todos los pantalones se cortaban en exceso para que quedaran pesqueros y la moda de los zapatos Castellano como símbolo de estatus de las clases medias que duró treinta años y al final la gente no se compró zapatos de otra marca hasta que no apareció Camper en los mercados, y es curioso como esa moda se rompió por saturación y pasamos todos a llevar botas de baloncesto de tela que creo que ahora se están volviendo a llevar de moda pero en plan vintage y además son carísimas...Vamos, que el que no haya tirado sus viejas botas de baloncesto de tela que sepa que ahora valen una riñonada. Pero si yo quería hablar de la moda del jazz en los noventa es porque de no haber existido en España el programa de radio " Jazz entre amigos" todo hubiera sido muy diferente. De repente a todo el mundo le gustaba el jazz y que te gustara el jazz te hacía parecer muy inteligente y sofisticado e intelectual y además ligabas más. Se abrieron luego bares de jazz que invitaban a grupos de esta categoría, casi siempre extranjeros y la moda se consolidó.
Si me volqué pasado un tiempo en el estudio del
esoterismo fue sin duda porque en un par de ocasiones fumando marihuana contacté con otras entidades espirituales y entré en otros espacios dimensionales y comprobé mediante la propia experiencia que si realmente había un Reino de los Espíritus la existencia de Dios estaba garantizada, ahora sólo quedaba investigar cómo funcionaba el mundo espiritual regido por unas leyes del universo propias aplicables siempre a la vida común.
Éramos auténticos delincuentes y personas peligrosas los fumetas de los años noventa, se nos consideraba toxicómanos y drogadictos y estábamos prácticamente viviendo fuera de la ley y al margen de la sociedad. Me produce mucha ternura hablar de ésto ahora cuando ya en nuestros tiempos no se consideran ni drogas a la marihuana y al hachís y representan el mismo nivel que el tabaco. La verdad es que si en un par de ocasiones probé la coca nunca me gustó, no veo ninguna ventaja en una droga que lo que te hace es ponerte nervioso y te sienta como si te hubieras bebido veinte cafés y lo cierto es que si una noche de agosto en Marbella probé un tripi debió de ser muy suave y no me acuerdo de nada. Así que mi historial de consumo de drogas es más inocente que la vida de Espinete y si algo finalmente pudo perjudicar a un nivel más serio mi salud fue el consumo de alcohol y de tabaco, drogas permitidas y absolutamente legales y a mi parecer más nocivas que el hachís y la marihuana. Ahora fumar marihuana es casi lo mismo que fumar tabaco y en medio mundo es una droga legal...¡Qué inocentes hemos sido todos en España!
No hay comentarios:
Publicar un comentario